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Los serios riesgos a los que se enfrenta el planeta por el cambio climático han dejado de ser meras hipótesis para empezar a hacerse visibles ... con una creciente intensidad, que merecería una respuesta más firme a las reiteradas señales de alerta lanzadas por diversos organismos antes de que sea demasiado tarde. La sucesión de olas de calor, agudas sequías, inundaciones y ciclones devastadores, entre otros fenómenos meteorológicos extremos en diversas regiones del mundo, no es fruto del azar, sino de la intervención directa del hombre. Un anticipo en versión reducida de los estragos medioambientales, económicos y en la salud de las personas que provocará el calentamiento global si no se le pone freno con urgencia. El panel de expertos de la ONU en esta materia ha publicado un inquietante informe en el que advierte de que esta amenaza para la Humanidad ha causado ya daños «irreversibles» y de que la ventana de oportunidad para asegurarse «un futuro habitable y sostenible» se cierra de forma acelerada. «El tiempo se acaba», resume.
Las emisiones de gases de efecto invernadero están lejos de bajar con la rapidez requerida para cumplir el Acuerdo de París, que fijó el objetivo de que la temperatura de la superficie de la Tierra aumentara a finales de este siglo un máximo de 2 grados Celsius con respecto a la era preindustrial y, a ser posible, 1,5. Para alcanzar el objetivo menos ambicioso, deberían caer un 21% en 2030 respecto a las cifras de 2019 –muy similares a las actuales– y un 64% en 2050. El pasado ejercicio se elevaron un 1%. El calentamiento se acelera y el nivel del mar sube cada año más deprisa, lo que mantiene en una situación vulnerable a más de 3.000 millones de personas.
La emergencia climática ya está aquí. Es hora de actuar con la firmeza que exige una realidad que no deja de agravarse y cuyas consecuencias hay que rebajar al mínimo posible. Ello pasa por acelerar la reducción de emisiones, para lo que, además del ahorro de recursos y un sustancial cambio de hábitos, resulta esencial sustituir los combustibles fósiles por energías renovables. Un desafío ineludible que habrá de superar dificultades tecnológicas e industriales para plasmarse cuanto antes y ser compatible con las necesidades de la economía. Ni es una batalla fácil ni el éxito está asegurado. Pero no puede existir más alternativa que alcanzarlo cuando está en juego el futuro del planeta y de las nuevas generaciones.
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Ana del Castillo
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