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Los siete exetarras condenados por asesinato que forman parte de las candidaturas de EH Bildu anunciaron ayer su propósito de no hacerse con el acta de concejales en el caso de que sean elegidos el 28-M. Aun siendo una retirada tardía e incompleta, Covite ... consideró positiva la rectificación tras la polvareda suscitada por su denuncia pública de una decisión que suponía un insulto a las víctimas. Su presidenta, Consuelo Ordóñez, precisó que no había sido una victoria de la democracia, sino de los propios damnificados del terrorismo. Es de esperar que el paso de la izquierda abertzale, tan obligado como implique la renuncia de condenados por delitos de sangre a concurrir a futuros comicios y que hagan lo propio aquellas personas consideradas judicialmente culpables de ilícitos penales relacionados con la violencia de ETA. Sin que ello cierre la puerta a la eventualidad de que el legislador opte por extender en el tiempo la inhabilitación para el sufragio pasivo en el caso de delitos graves que no hayan sido restaurados moralmente con una manifestación expresa de arrepentimiento de sus autores.
Como recordó Ordóñez, ha sido EH Bildu la que ha introducido a la banda en el debate electoral. Aunque los siete retirados consideren que esa formación «no tiene como objetivo ratificar su trayectoria anterior», mientras la izquierda abertzale se resista a condenar el terrorismo la presencia de exetarras en su actividad política solo podrá interpretarse como una cobertura retrospectiva a la violencia. A partir de ahí, toda política de alianzas de la que participe debe ser objeto de discusión, especialmente en una campaña electoral.
El hecho de que ETA se disolviera hace cinco años no puede acallar las reservas que suscita un pasado tan reciente y tenebroso. Sobre todo, cuando los exetarras autoexcluidos de las listas se limitan a hacer suyo el «cambio de estrategia» de EH Bildu y la declaración leída por Arnaldo Otegi reclama un debate sobre políticas públicas, pretendiendo que los demás partidos y el país en su conjunto se olviden de los déficits éticos que para la convivencia arrastra la izquierda abertzale. Unos déficits que, siendo singularmente hirientes para las víctimas, conciernen a toda la sociedad y a las instituciones sin escapatoria posible. En especial, porque no hay previsión alguna de que esa marca liquide sus deudas morales mientras trata de hacerse imprescindible en la gobernación de España.
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