El PRC tras la derrota

El shock de la inapelable derrota (pérdida de 17 puntos y de seis escaños; reducción de los 21 diputados anteriores de la coalición PRC-PSOE a solo 16) se ha manifestado en una conducta errática. En la inmediata noche electoral, Revilla daba por hecho un pacto PP-Vox y anunciaba el pase a la oposición, para días después ofrecerse al PP a fin de evitar la influencia de Vox en la legislatura. Iniciaba, además, un relato de la derrota excesivamente autoexculpatorio: la «marea» nacional contra Pedro Sánchez. Efectivamente, mucho de eso hubo, provocado por el propio presidente del Gobierno al diseñar una campaña con absoluto protagonismo personal; pero ha habido también otra ola, esta contra el propio Revilla. La encuesta realizada por GAD3 para El Diario Montañés mostraba claramente una mayoría de cántabros descontentos con la evolución económica de la comunidad y deseosos de un cambio de gobierno. Solo un 29% de los votantes del propio PRC aprobaba la gestión de Revilla. El 28M, pues, Cantabria ha votado contra Sánchez, pero también contra la prolongación de una quinta presidencia de Revilla. Si el PRC se engaña respecto de este hecho sociológico, se alejará cada vez más de la opinión pública.

Otro signo del shock es la decisión de no concurrir a las elecciones a Cortes anticipadas por Sánchez al 23 de julio, difícil de justificar en un partido que venía presumiendo de la labor de su primer e histórico diputado al Congreso, José María Mazón, y del valor de cambio de un voto PRC en el parlamento español a la hora de negociar inversiones para Cantabria. Si el PRC no acuerda con el nuevo gobierno de Cantabria ni tiene carta que ofrecer al gobierno de España, ¿cómo espera conseguir cosas en los próximos cuatro años? Es cierto que corrían el riesgo de no obtener escaño, pero, desde luego, salir sin presentarse no es posible. En cuanto a la escasez de dinero, intriga que una figura tan mediática como el secretario general del PRC, y un partido tan extendido territorialmente como el suyo, se declaren incapaces de armar una estrategia de 'crowdfunding' para una campaña, aunque sea modesta. Una campaña en una circunscripción donde la mayoría del electorado reside en solo tres comarcas no parece más allá del potencial acreditado del PRC. Más que posibilidades o fondos, lo que escasea es quizá la fe. El regionalismo ha pasado de una autoafirmación hiperbólica a ver por doquier obstáculos infranqueables. Al menos, ha conseguido retener el bastión de Torrelavega con apoyo del PSOE, pese a haber perdido también allí en las urnas con el PP.

Un último ejemplo de la no digestión del resultado es la también sorprendente lista de condiciones remitida al Partido Popular para negociar la investidura de María José Sáenz de Buruaga. Se trata de una reivindicación total y triunfalista de la gestión rechazada por las urnas hace solo dos semanas, y además la exigencia a los populares de soluciones que el propio regionalismo no ha podido dar en ocho años. O la mano tendida es solo una estrategia de imagen a fin de obligar al PP a entenderse con Vox para luego reprochárselo, o el PRC no acaba de interiorizar que el programa patentemente preferido el 28M no fue el regionalista. En ambos casos, supone pasar por alto un pronunciamiento bastante nítido de los cántabros. Sería deseable que una fuerza de tanta importancia para nuestro sistema político como es el PRC encontrara pronto su nuevo punto de equilibrio, para gestionar la derrota y seguir adelante con coherencia, empezando a sembrar para tiempos mejores. En su mano está.