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La decisión del Gobierno de impulsar una ley de protección de la infancia y la adolescencia frente a la oferta de porno, acompañándola de medidas y medios que aseguren su eficacia, cuenta, necesariamente, con el máximo consenso social. Por eso es fundamental que la iniciativa ... se abra a las aportaciones de todos los grupos parlamentarios y de organizaciones y especialistas que puedan enriquecer el contenido del informe de partida que ayer manejó el Consejo de Ministros. Los datos de preocupación, en los que el presidente Sánchez ha coincidido con Save the Children, FAD Juventud y otras organizaciones, son incontestables en cuanto a la urgencia y relevancia de la intervención pública sobre el problema.
La protección de los menores en su desarrollo personal, frente a narrativas que reducen las relaciones sexuales a encuentros meramente carnales, cuando no a secuencias de posesión, dominación y agresión sobre todo contra las mujeres, beneficia a la sociedad en su presente y en su futuro. La fijación de un marco de derechos y obligaciones, la habilitación de filtros informáticos y la implicación de los proveedores en el empeño son imprescindibles pero no suficientes para afrontar el desafío de un descubrimiento saludable de la sexualidad. Respetuoso con los géneros que no son los propios, e igualitario. Más importante y crucial que la pedagogía de las prohibiciones –que no solo impida el acceso a consumos perniciosos sino que contribuya a identificar el mal– es la educación en positivo que haga de lo sexual un bien al alcance de chicos y chicas. De manera que el placer y los afectos sean los protagonistas de la sexualidad para quienes empiezan a vivirla. Lo que implica el compromiso activo de progenitores y tutores, junto a los programas de los centros de enseñanza y la colaboración de entidades de proximidad.
Es en este punto donde la sexualidad ha dejado de ser un valor inclusivo, que hace comunidad, para aparecer más bien como un reto que familias y centros lectivos prefieren orillar, desentendiéndose de un aspecto ineludible de la formación de los menores. Sea porque es tratado como tabú, sea porque, por elusión, se pretenda que los adolescentes resuelvan la cuestión a medida que transiten a la edad adulta. Todo ello revestido de un enredo ideológico que el diálogo parlamentario debe desentrañar y superar para una adolescencia más consciente y responsable de su sexualidad.
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