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La historia del pequeño comercio es la de una eterna carrera por la supervivencia. Un rápido repaso a los últimos años así lo atestigua:es uno de los sectores más perjudicados por las crisis económicas que ha sufrido España;la pandemia de covid supuso una ... sangría sin precedentes para comerciantes que no lograron cuadrar sus cuentas tras meses de confinamiento y pese a las ayudas concedidas por las diferentes Administraciones;compite en desigualdad de condiciones con las principales franquicias hasta el punto de que ha sido apartado de las calles más importantes de las ciudades;ha dado prácticamente por perdida la batalla contra las grandes plataformas de internet;y las últimas medidas adoptadas por el Gobierno, como la liberalización de los periodos de rebajas, no han hecho otra cosa que perjudicarlo.
La situación en Cantabria es similar a la del resto de España. Las calles más céntricas de Santander han sido monopolizadas por las grandes firmas, y algunas de las vías anexas, de gran tradición comercial, están ahora repletas de locales vacíos. En Torrelavega, lejos ya de ser uno de los emblemas regionales para el sector, como lo fue en las décadas de los 60 y 70 ligado a su crecimiento industrial, el pequeño comercio se limita a tres o cuatro calles del centro.
Los datos aportados hoy por este periódico sobre la evolución de los autónomos ratifican esta impresión. En diciembre de 2019, Cantabria contaba con 9.235 en el sector comercial. Hoy, con cifras de finales de julio facilitadas por UTAC (Unión de Trabajadores Autónomos de Cantabria) son 8.562. Y lo que es peor, la pérdida de negocios no encuentra aún freno en la región si se miran los datos año por año.
Pese a esta situación, lo cierto es que si algún sector ha dado ejemplo de superar situaciones límite este es el del comercio. La misma información de este periódico habla de cómo, una vez más, el pequeño comercio de Cantabria ha sabido reinventarse, rediseñar su estrategia. Frente al cierre de negocios tradicionales, surgen otros fruto de la iniciativa de jóvenes emprendedores que buscan en el comercio su forma de vida.
En Santander, estos nuevos profesionales se han trasladado a otras calles, cerca de la atracción que suponen las franquicias o, incluso, de los negocios de hostelería, pero lejos de las zonas que han dejado de ser atractivas para el comprador. Al tiempo, idean nuevas ofertas para tratar de atraer clientes ligadas a la actual demanda, como estética, gastronomía y un nuevo concepto en las prendas de vestir alejado de las marcas y del comercio tradicional, con locales pequeños, pero modernos.
En Torrelavega, es elogiable el trabajo de los comerciantes con sus constantes campañas en la misma calle y con una unión ejemplar.
Pero todo ello no parece suficiente. Aún falta dar pasos para responder a la nueva realidad. Las aperturas dominicales o en días festivos, sobre todo en verano, es un tema que debe ser resuelto por el propio sector, más en una ciudad atestada de turistas como es Santander. El Gobierno regional aprobó reciente el Plan de Autónomos, dotado con casi 38 millones de euros anuales y con la cuota cero los primeros años como medida estrella;pero, quizá, sea necesario uno más concreto para el comercio. La política de los ayuntamientos de vales-descuento parece acertada, pero también insuficiente para responder a todas las necesidades.
El pequeño comercio de Cantabria demanda atención. Plantea problemas y propone soluciones. Y la obligación de la Administración es atenderlas.
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