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El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, finaliza el próximo día 11 un mandato improrrogable de seis años sin que el Gobierno haya decidido su sustituto ni entablado aún conversaciones con el PP en busca de un posible acuerdo. El ministro de ... Economía sostiene que «no hay prisa», ya que la subgobernadora, Margarita Delgado, puede asumir las riendas de la entidad hasta septiembre, cuando cesará en sus funciones. Una ley no escrita y no siempre aplicada –la han desoído mandatarios de diverso signo– establece un reparto de la cúpula del regulador entre el partido en la Moncloa y el que lidera la oposición, sin perjuicio de que designen para tan altas responsabilidades a profesionales con un sólido prestigio y dilatada experiencia. La ruidosa voladura de puentes entre las dos principales formaciones del país en medio de una polarización extrema aleja un entendimiento que sería deseable, entre otras razones, para consolidar la independencia de la institución y aislarla de la confrontación política.
Con el binomio que lo dirige desde 2018, el Banco de España, una pieza esencial en nuestro entramado económico, ha recuperado el prestigio que perdió con su muy censurable gestión de la crisis financiera de 2008, tras el estallido de la 'burbuja' inmobiliaria, y ganado influencia tanto en el debate nacional como en la toma de decisiones del BCE. El nuevo equipo que lo sustituya se enfrenta al desafío de mantener o mejorar esa reputación, a la que no es ajena una visible autonomía de criterio respecto al Ejecutivo, asentada en el máximo rigor técnico, aunque su nombramiento corresponda al Consejo de Ministros. Hernández de Cos, designado por el PP, no ha evitado roces con el Gobierno al apelar de forma insistente a la gradual contención del déficit y la deuda, lo que le ha llevado a cuestionar medidas sociales por su impacto en el gasto público y a ser catalogado de 'halcón'. Su sucesor podrá tener sensibilidades distintas, pero un cierto papel de supervisor va asociado al ejercicio de un cargo que ha de velar por la estabilidad económica con visión de futuro y en el que no caben veleidades partidistas.
Los candidatos que han salido a la palestra reúnen, por lo general, el exigente perfil de conocimientos y trayectoria que requiere el puesto. La decisión final corresponde a Pedro Sánchez, quien haría bien en primar la excelencia sobre la estricta afinidad ideológica en una elección tan relevante.
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