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La aprobación de la ley de amnistía tras el acuerdo entre el Gobierno y Junts visualizado el pasado jueves en la Comisión de Justicia del Congreso aportará oxígeno político a Pedro Sánchez. Lo que no deja de ser una cesión al independentismo –tachada de inconstitucional ... por el presidente antes de que necesitara sus votos–, adquiere ahora un singular valor para un Ejecutivo conmocionado por el 'caso Koldo' al despejar una de las principales incógnitas que pesaban sobre su futuro. Hasta el extremo de que, en un exceso de entusiasmo, los socialistas presentan como un trofeo que, tras llevarlos a una situación límite, Carles Puigdemont permita que le sean borrados los delitos que pudiera haber cometido. La impunidad por el 'procés' era una condición necesaria para encarrilar una legislatura atascada. Sin ella, la coalición PSOE-Sumar se habría visto sometida a una precariedad insostenible. Con el pacto cerrado mejoran sus expectativas de supervivencia, pero la estabilidad no es todavía una batalla ganada.
Depende, entre otros factores, de que el Gobierno disponga, como es previsible, de unos nuevos Presupuestos bien para este mismo año o para el próximo, lo que, a cambio de satisfacer nuevas facturas de sus socios, le garantizaría un cierto recorrido. Juega a su favor el mutuo interés en blindar la continuidad de Sánchez, para la que el pulso entre Junts y ERC, con las elecciones catalanas en el horizonte, será una exigente prueba de fuego. Aun así, por mucho que la amnistía signifique un alivio para la Moncloa, el estallido del 'caso Koldo' proyecta sombras de impredecibles consecuencias.
El escándalo que el PSOE intentó apagar cobrándose la cabeza de José Luis Ábalos ha derivado en un incendio político que salpica a varios ministerios, tiene contra las cuerdas a la presidenta del Congreso y está a expensas de las investigaciones de los tribunales y la Fiscalía Europea. También de la posibilidad de que, en el ejercicio de su defensa, alguno de los encausados tire de la manta si es que esta existe y oculta hechos relevantes. Pese a la comprensión mostrada hasta ahora por sus aliados, un Ejecutivo debilitado y en estado de 'shock' afronta una situación crítica que pone a prueba la promesa de tolerancia cero con la corrupción «caiga quien caiga» formulada por Sánchez. La cuestión es si podrá resistir en estas condiciones sin condenar al país a una parálisis. Porque no es lo mismo estar en el Gobierno que gobernar.
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