Rigor presupuestario

Bruselas acaba de mejorar sus previsiones de crecimiento para la economía española hasta el 1,9% este año y el 2% el próximo, lo que desmiente cualquier mensaje catastrofista y coincide básicamente con las estimaciones del Gobierno, salvo en lo que se refiere al déficit. Según sus cálculos, en 2024 no será rebajado hasta el 3%, como sostiene el plan que le ha remitido la vicepresidenta Nadia Calviño, sino que rebasará en tres décimas el listón establecido por el Pacto de Estabilidad. La reducción de una deuda disparada hasta el 112% del PIB es otro de los retos pendientes. El Ejecutivo fía la contención de ambas variables al empuje de la actividad. Es dudoso, sin embargo, que esta, por sí sola, resulte suficiente para mitigar esos desequilibrios, cuya corrección seguramente no aportará réditos electorales, pero es imprescindible para robustecer las cuentas públicas y mirar el futuro con mayor tranquilidad.

La prudencia aconseja una contención del desbocado gasto público y aprovechar el incremento de la recaudación fiscal –gracias al buen comportamiento del empleo y el alza de la inflación– y los fondos europeos para situar el déficit y la deuda en niveles más manejables. No se trata de aplicar recortes, sino de una rigurosa gestión de los recursos públicos que refuerce la estabilidad de nuestra economía y garantice que estará en condiciones de afrontar con éxito eventuales coyunturas adversas.