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La reunión de los Brics en Kazán, con Vladímir Putin como anfitrión, Irán como participante estrella y la hiriente presencia para Kiev del secretario general de la ONU, António Guterres, adquiere connotaciones que no pueden separarse ni de la guerra desatada por el Kremlin contra ... la existencia misma de Ucrania, ni de la escalada bélica en Oriente Medio a la que el régimen de Teherán no es en absoluto ajeno. Al margen de que China, India, Brasil, Sudáfrica o Emiratos Árabes puedan encontrar en el foro intereses económicos puntualmente coincidentes, tanto como alternativa al G7 como en el ámbito de relaciones más bilaterales. Putin no ha desaprovechado la ocasión para realzar que la cita demuestra que no está aislado en la esfera internacional. Aunque es de esperar que cumbres como ésta no le faciliten la provisión de más ayuda en armamento y en tecnología para uso militar que la que recibe de Irán y de China, aparte de la de Corea del Norte. El presidente ruso señaló también que los Brics disputarán la hegemonía a los países democráticos desarrollados que se reúnen en el G7. Se refirió al PIB bruto creciente que ofrece la suma de los miembros del club y de aquellos países que aspiran a formar parte de él. Junto al porcentaje de población que pueden agregar así. Ambos datos rondando la mitad mundial. Pero no se trata de agregar necesidades y demandas, sino de aportar soluciones con el compromiso de todos los socios.
Es en este punto donde los miembros del G7 –Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Alemania, Francia, Canadá e Italia– ofrecen una cohesión operativa infinitamente mayor que la que brinda la concurrencia de intereses divergentes de los Brics. Donde bajo el discurso de la no alineación, economías de Estado como la china, la rusa, la emiratí o la iraní persiguen objetivos que nada tienen que ver con las aspiraciones que laten en los países en desarrollo que optan por tratar de moverse en su órbita. Claro que lo razonable sería que el mundo no tendiera a dividirse en dos, aunque deje de ser unipolar. Especialmente porque esa división alimenta una competitividad estratégica que se traduce en una escalada armamentista, y reactiva todas las inquinas regionales a cuenta de la bipolaridad. La presencia de António Guterres en Kazán no puede caer del lado de las autocracias. El máximo mandatario de Naciones Unidas no puede olvidarse de la superioridad moral de las democracias como valor universal.
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