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Es una anomalía que, en una coyuntura tan convulsa como la que vive el país, la incomunicación haya caracterizado las relaciones entre Pedro Sánchez y ... Alberto Núñez Feijóo. En el último año solo habían mantenido una reunión oficial hasta la celebrada ayer en el Congreso, con la que el presidente del PP inicia una ronda de contactos para una investidura abocada a un casi seguro fracaso. El hecho de que el jefe del Gobierno en funciones aceptara la invitación del candidato propuesto por el Rey –el que más apoyos suma en este momento– constituye un gesto de saludable normalidad por el que hay que congratularse a la vista de que el PSOE se planteó una rebaja de su nivel de interlocución en ese encuentro para expresar su menosprecio al intento del líder popular. A ese extremo ha llegado la indeseable polarización política.
Nada cabía esperar nada de una cita entre un aspirante a la Moncloa que resume su programa en «derogar el sanchismo» y otro –Sánchez– cuyos portavoces habían calificado de «paripé» las negociaciones con los grupos parlamentarios anunciadas por Núñez Feijóo. Y nada salió de ella, en efecto, salvo una escenificación del abismo que les separa, visualizado hasta en un gélido saludo, y una propuesta al dirigente socialista para que facilitara un Ejecutivo del PP durante dos años, que recibió el previsible rechazo. El candidato popular hace bien en enarbolar su condición de más votado el 23-J y exhibir que su investidura está a falta de solo cuatro votos. Pero ni puede crear falsas expectativas sobre sus posibilidades de éxito, una vez se le han cerrado todas las puertas donde conseguirlos, ni ignorar el riesgo de que una sucesión de portazos –los que ya ha recibido y los que presumiblemente recibirá en los próximos días– e improvisaciones acabe por desgastarle. No de cara al pleno del Congreso –el camino hasta el 26 de septiembre se le puede hacer muy largo–, sino a una eventual repetición de las elecciones; lo máximo a lo que está en condiciones de aspirar, salvo mayúscula sorpresa.
Sánchez tampoco lo tiene fácil. Sin embargo, los dilatados plazos para la investidura de Núñez Feijóo le otorgan un valioso tiempo para intentar seducir a los independentistas catalanes con una ley de amnistía para los encausados del 'procés' que el PSOE desestimaba de plano hasta hace unas semanas por «inconstitucional» y que ha asumido ahora con plena naturalidad. Lo mismo que negociar con un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont.
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Ana del Castillo
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