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El problema no es solo que Donald Trump, el primer expresidente de Estados Unidos procesado por delitos federales, el primero que se ha enfrentado a una causa penal y el primero condenado por abusos sexuales, se empeñe en presentar sus cuentas pendientes con la Justicia ... como la prueba de una supuesta caza de brujas contra él de una sistema corrupto. Ni que cuestione los fundamentos de la democracia norteamericana, que estaría a punto de dejar de serlo por esa imaginaria persecución política, el magnate acusado de intentar alterar los resultados electorales en Georgia y de impulsar el asalto al Capitolio para impedir la designación del candidato que ganó en las urnas, dos asuntos de la máxima gravedad por los que aún deberá comparecer ante los tribunales. El gran problema es que una parte significativa de la población de EE UU, formada por el grueso de los votantes del Partido Republicano, asuma sus patrañas populistas y apoye con entusiasmo su regreso al poder, lo que evidencia profundas heridas en el tejido social de la mayor potencia del planeta.
Trump se declaró el martes inocente de los 37 cargos relacionados con la seguridad nacional y la obstrucción a la Justicia por los que le citó un juez federal a causa de los documentos secretos que ocultaba en su mansión de Mar-a-Lago, que se resistió a devolver a los Archivos Nacionales como establece la ley una vez finalizado su mandato y de cuya posesión se pavoneó ante sus colaboradores. Se trata de la segunda imputación en dos meses que, lejos de dañar su imagen, ha reforzado su abrumadora ventaja en las encuestas sobre los republicanos que optan a la Casa Blanca y acelerado la recaudación de fondos para su campaña con un tóxico victimismo que identifica la acción de los tribunales con «una interferencia electoral» para torpedear su candidatura.
«Cuando arrestas al rival político ya no tienes democracia», soltó tras ser objeto de una breve y rutinaria detención establecida en el procedimiento y de que le fueran tomadas las huellas en un juzgado de Miami, del que salió en libertad sin fianza ni medidas cautelares. La democracia no consiste en aceptar las tropelías de Trump, que constituyen en realidad una amenaza contra ella, sino en la primacía del Estado de Derecho, que ha demostrado su fortaleza al resistir todos los embates del expresidente y someter los indicios delictivos que pesan sobre él al criterio de la Justicia, como debe hacer con cualquier ciudadano.
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