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Las elecciones a la presidencia de Turquía mostraron el domingo un país partido en dos. Entre el poder acumulado por Recep Tayyip Erdogan desde 2014 y el anhelo por dar cauce a un futuro más abierto. La primera vuelta situó al actual presidente al borde ... de asegurar su continuidad en el cargo. El 49,4% que obtuvo le dejó a falta de tan solo un punto para quedarse ya en la presidencia, frente al 45% cosechado por el candidato aglutinante del centro izquierda, Kemal Kiliçdaroglu. Por lo que volverán a enfrentarse en segunda vuelta el 28 de mayo. Una parte de la sociedad turca continuará aferrándose al derecho al voto para acabar con el paulatino establecimiento de un sistema autocrático. Especialmente en las grandes ciudades. Otra parte de Turquía optará por mantener las cosas como están ahora, en manos de Erdogan. No se trata de una disyuntiva doméstica. Su ubicación geográfica al fondo del Mediterráneo, entre Europa, el perímetro que ambiciona la Gran Rusia de Putin, y su frontera con Siria, Irak e Irán, con la población kurda por medio, añadida a su pertenencia a la OTAN, y a las reminiscencias otomanas del Islam, hacen de Turquía un país clave para la estabilidad de una amplísima zona del mundo.
Una de las señales más preocupantes del escrutinio del domingo es que, nuevamente, la población con derecho a voto en Turquía que migró a Alemania, Francia, Austria, Países Bajos o Bélgica se inclinó mayoritariamente a favor de Erdogan. La vivencia en países netamente liberales parece añorar una identidad que el presidente turco habría logrado simular en una mezcla de tradición, islamismo y arbitrariedad. Una réplica de la multiculturalidad europea que afecta a los orígenes, hasta desdeñar el principio de ciudadanía fuera de la Unión. Mientras sus compatriotas de Ankara y Estambul circulan en sentido opuesto. Los quince días de campaña hasta el 28-M turco versarán sobre el trato que merecen los refugiados y también la comunidad kurda. Es el temario que el ultranacionalista Sinan Ogan ha logrado imponer con el 5% obtenido el domingo.
En la elección entre Erdogan y Kiliçdaroglu el 28 de mayo será difícil que el conservadurismo del primero acabe vencido por el aperturismo del segundo. La pregunta inmediata es si, en caso de victoria, el primero interpretaría su apurado éxito como una invitación a que renuncie a acaparar los poderes del Estado. O las dificultades electorales llevarían a Erdogan a dar más vueltas de tuerca en el control absoluto sobre el país de los turcos.
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