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La cumbre de la OTAN en Vilna no formalizó una invitación de entrada de Ucrania, como lógicamente solicitaba Volodímir Zelenski, pero dio lugar al acuerdo suscrito con los miembros del G-7 para garantizar la seguridad del país frente a la agresión rusa actual y ... a otras posibles en el futuro. Al compromiso de las siete principales economías del mundo libre –Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia– se han adherido España y otros socios de la Alianza Atlántica, así como la Unión Europea fijando un marco que permitirá a cada aliado desplegar ayudas y medidas de cooperación a añadir a los acuerdos comunes establecidos con Kiev. Las declaraciones del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en la capital lituana, afirmando que Ucrania está «más cerca que nunca» de la Alianza Atlántica, sitúa el compromiso alcanzado en línea con su integración efectiva. La reacción del régimen de Putin por boca de su portavoz, Dmitri Peskov, quien interpretó que los resultados de Vilna afectan a la seguridad de Rusia, es buena muestra del alcance del compromiso aliado. Una de las paradojas más crueles de la guerra desatada por Moscú es que al invadido se le suman las dificultades para certificar su naturaleza democrática e incluso para desterrar la corrupción. Tanto el canon de los tres poderes independientes como los derechos y libertades fundamentales se resienten cuando la prioridad absoluta es defender el país y, para ello, contraatacar a los agresores mediante el reclutamiento masivo y la administración de todos los recursos disponibles bajo una sola autoridad.
El apoyo de las democracias desarrolladas a Ucrania es imprescindible para hacer frente a la autocracia rusa y contener sus afanes expansionistas. Pero es un contrasentido que la misión encomendada a los ucranianos para que actúen en protección de los sistemas liberales se convierta en un examen tan implacable sobre la calidad democrática de Ucrania que no tenga en cuenta los costes profundos de la guerra. La agresión contra un país que acumula más de 500 días defendiéndose y defendiendo a las democracias del mundo continuará sin poder activar el artículo 5 de la OTAN. Ucrania no tiene más remedio que continuar en primera línea del frente y a la espera de que sus aliados afronten legalmente la agresión rusa como una agresión a ellos mismos. Por eso el compromiso firmado entre Zelenski, el G-7, otros socios de la OTAN y la UE ha de hacerse patente en sus máximos.
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