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La Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que esta semana inauguró sus habituales cursos de verano en Santander, vive un momento de inflexión en su larga trayectoria casi centenaria. Desde su fundación, allá por 1932, ha vivido distintas etapas en las que ha ido adaptándose a ... las circunstancias históricas para cumplir su función. En el inicio, como Universidad Internacional de Verano de Santander, fruto de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, ya estuvo arropada por una nómina de intelectuales de primera talla: Menéndez Pidal, Unamuno, Ortega, Salinas... Tras el parón de la guerra civil y recuperar el Palacio como sede, en el franquismo adquirió el apellido de Menéndez Pelayo y sobrevivió hasta vivir una edad de oro con la Transición. La ebullición política, social y cultural que caracterizó el momento y los años posteriores, con rectores como Ernest Lluch o García Delgado, tuvo Santander como caja de resonancia. Toda la intelectualidad española fue pasando, y ha seguido haciéndolo, por los veranos santanderinos
Con la proliferación de las universidades de verano, la UIMP fue apagando su fulgor pero ha mantenido siempre viva la llama propia de un foco cultural y educativo diferente. Rectores como César Nombela y Emilio Lora-Tamayo incidieron en el rigor y en la ciencia como ejes de la institución.
El covid significó un paréntesis y un periodo de indefinición. La llegada del equipo de Carlos Andradas en 2021 ha aportado un intento de relanzar la institución académica, y en parte lo está logrando, pero se ha topado con una serie de graves carencias, tal como puso de manifiesto el rector el pasado jueves en el acto de apertura. Plantea la necesidad de implantar un marco jurídico que potencie su autonomía y de disponer de recursos humanos y económicos suficientes para llevar a cabo su tarea. Cuenta la UIMP con el respaldo inequívoco del Gobierno de Cantabria y del Ayuntamiento de Santander –como hicieron constar la presidenta Buruaga y la alcaldesa Igual en el mismo acto–, con aportaciones de toda índole, incluida la misma sede que la acoge y que el municipio cede cada verano para recibir los cursos.
Tal coincidencia entre las tres instituciones marca el camino para clarificar las incógnitas que sobrevuelan el futuro de la entidad, y queda en manos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, de quien depende la UIMP, dar pasos en la dirección que allane su tránsito. Una universidad tan particular como la Menéndez Pelayo necesita capacidad de movimiento y una flexibilidad que permita potenciar la creatividad. Su particularidad viene dada por el marco, por la época estival, por cierta informalidad en las formas y por su temario adaptado, año tras año, a detectar las cuestiones de fondo que emergen para analizarlas y debatirlas, pero también debe dar cabida a planteamientos disruptivos e innovadores sin ceder rigor ni su función formativa.
El compromiso ministerial requiere de la UIMP, a su vez, insistir en el servicio que presta a la sociedad cántabra y española. Por la vía de incrementar sus vínculos de todo tipo con la región, con sus instituciones, investigadores y artistas, y de promover su convivencia y la de los alumnos con las tendencias universales del pensamiento, la investigación y la creación. Y continuar, al mismo tiempo, siendo una enseña cultural de Cantabria. Para encarar su centenario saneada, firme en su responsabilidad con el conocimiento y el debate de ideas en libertad.
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