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El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer recuerda hoy que no cabe ceder ni un minuto al año ante el machismo posesivo. Ni un segundo de dignidad puede quedar expuesto al capricho del hombre que considera de su propiedad la ... mujer a la que dice amar. La libertad inalienable de ésta se compone de tantos detalles de vida que no pueden pasar desapercibidos para sus próximos, su vecindario, sus compañeras de trabajo, sus amistades. Si alguna épica merece ser tenida en cuenta por una sociedad afectada de convulsiones es la resistencia despierta de las mujeres frente a cualquier indicio de sometimiento violento, físico o psicológico. Y la atención de todos ante el mínimo signo de dominación machista por superioridad, celos o revancha ante el mínimo gesto de empoderamiento.
Son ya 52 las mujeres asesinadas en lo que va de año en España. 1.237 vidas segadas desde 2003. A las que se suman 49 víctimas vicarias desde 2013. Con un balance de 428 huérfanas y huérfanos desde ese mismo año que en muchos casos vieron cómo sus madres eran asesinadas por sus padres o las parejas que convivían o habían convivido con los menores. Un panorama atroz que se vuelve más descorazonador al constatar cómo los más jóvenes se hacen partícipes de la negación de la violencia de género, demostrándose así que no se trata de la emulación de una lacra atávica, sino de una conducta que se sucede a sí misma incluso como reacción a un feminismo igualitario que demasiados hombres perciben a modo de amenaza hacia su posición.
El negacionismo extremista de Vox, que se ha instalado en las instituciones acabando con iniciativas de prevención de la violencia machista, cuestionando abiertamente su existencia, y desarrollando un lenguaje gestual contrario al reconocimiento de que hay asesinadas, heridas gravemente y traumadas mediante agresiones que lo son porque son mujeres, explica una parte del problema. Pero hay otra parte que guarda relación con la inclinación de las propias familias a sobreproteger a los chicos en cuanto a lo que se considera propio de su sexo, y a situar a las chicas en la fatalidad derivada de su condición de mujeres. La diatriba partidaria al respecto puede ser inevitable. Pero todos los grupos parlamentarios están obligados a acordar medidas sobre la base indiscutible de que hay violencia de género.
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