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La manifestación que el colectivo Sociedad Civil Catalana convocó bajo el lema 'No en mi nombre. Ni amnistía ni autodeterminación' se convirtió ayer en una ... expresión multitudinaria de descontento ante la posibilidad de que la gobernación de España se someta a las exigencias del independentismo. La presencia destacada de Alberto Núñez Feijóo y de dirigentes territoriales del PP, así como la del presidente de Vox, Santiago Abascal, junto a miembros de su dirección, dieron cuenta de que esta última versión de la 'cuestión catalana' ocupa el centro de la confrontación política en España. A ellos se refirió el ministro Bolaños como «partidos nostálgicos del enfrentamiento». En vísperas de la movilización, la Generalitat tachó la iniciativa de «catalonófoba», con lo que se reducía la pluralidad de una sociedad diversa a aquellas personas que estén a favor de los postulados secesionistas, o renuncien a mostrar objeción alguna ante sus propósitos aceptando que representan a la Cataluña más auténtica.
Los mensajes de Sociedad Civil Catalana, favorables al entendimiento en la «centralidad», se vieron por momentos eclipsados por eslóganes como «Puigdemont a prisión» y otros que denotaban un ánimo más rotundo. Tampoco nadie puede arrogarse la autenticidad en la defensa de la Constitución. Los nacionalismos tienden, si acaso, a aceptar de mala gana la pluralidad de la sociedad correspondiente, como un estadio a superar mediante una reducción identitaria. De modo que para las formaciones incursas en el intento por arrastrar al PSOE de Pedro Sánchez hacia la amnistía y una posterior autodeterminación, las 50.000 personas que según la guardia urbana de Barcelona hicieron el recorrido por Paseo de Gracia representaron un detalle pasajero.
Es cierto que la suma entre los ciudadanos catalanes que se consideran solo españoles y los que se consideran más españoles que catalanes ronda en torno al 10%. Un porcentaje que el independentismo entiende prescindible. Pero más del 40% de la población se declara tan catalán como español, aunque la Generalitat lleve décadas deslizando el relato de que se trata de identidades incompatibles. Muchos catalanes necesitaban reconocerse en la manifestación de ayer. Y muchos ciudadanos del resto de España se vieron caminando por una Barcelona en la que caben todos. También porque la Constitución impide que los ciudadanos se vean obligados a despojarse de una parte de su identidad.
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Ana del Castillo
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