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Recientemente se ha publicado 'La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir' del catedrático de Filosofía Josep María Esquirol en Ediciones Acantilado. Reconozco el magnetismo que me produce la forma y el sentido de la escritura de este autor ... que inicié con la obra 'La resistencia íntima' y cómo me siento identificado con su manera de ver y entender el ser y estar en el mundo de los humanos, articulada a través de la clave de interpretación de la proximidad (filosofía de la proximidad). Las líneas que siguen no pretenden hacer un resumen del libro 'La escuela del alma'. Lejos de mis posibilidades e intención tratar de sintetizar una obra en la que cada frase, párrafo y capítulo invitan a la reflexión y a repetir su lectura para que su mensaje siga orientando el vivir.
Las páginas del libro son una forma, dice el autor, de dar las gracias a una vida dedicada a la docencia donde ha tenido el privilegio de ser testigo de la bondad increíble de ciertas personas que le han permitido resistir las embestidas del absurdo y por ellas ha sabido que el «alma es la vida de la vida» y cómo puede ser la escuela del alma. Mi clave de lectura e interpretación se ha guiado por el interés y experiencia educativa y he encontrado definiciones, meditaciones y referencias a la escuela y la educación que, al no poder llevar presencialmente por mi condición de profesor jubilado sí, en cambio, quiero compartir en el inicio de un nuevo curso e invitar a sus protagonistas (profesores) a llevarlas a la escuela.
Empecemos. La escuela del alma es la escuela de la no indiferencia ante la amenaza de la frialdad, insensibilidad, confusión, oscuridad y cualquier tipo de totalitarismo marcado por el predominio de las funciones objetivadas en currículos absurdamente inflados, procesos detallados mecánicamente y medición de resultados. Dice el autor que reconocemos esa escuela cuando atravesamos el umbral de la puerta (el límite que marca la diferencia) y encontramos una vibración vital y una luz distinta. Es lo primero que tiene que cultivarse para que haya escuela, el umbral para mantener la diferencia, resistirse a lo homogéneo que siempre amenaza. Entonces, según Esquirol, para cultivar la diferencia no debe dominar ni el economicismo (registro cuantitativo, vocabulario económico, competencias, recursos, rendimiento…) ni el flujo pantallizado en el que el elemento técnico lo acapara todo. Una cosa es adoptar una técnica y otra adaptarse a ella. Quien la adopta puede desconectar. Quien se adapta ya no.
Pues bien, ya estamos dentro de la escuela. ¿Qué ocurre o debe ocurrir en ese lugar educativo? Para ello el autor recurre a utilizar el híbrido grecolatino 'altertopía'. Entiende que la 'altertopía' es una resistencia revolucionaria de naturaleza educativa y el lugar educativo un sitio de resistencia fecunda frente a lo que domina, procurando que no todo sea lo mismo y que haya lugar para lo otro. La piedra de toque, dice, es la fecundidad. Lo mismo es lo mismo que nada, y no fertiliza nada. La homogeneidad es estéril, sólo multiplica copias. Las confusiones y los 'totum revolutum' son de esa misma condición.
El umbral anuncia un lugar. Y el lugar anuncia un centro. Si el centro de la casa es el hogar, el centro de la escuela es el aula; el lugar, para el filósofo, de una ceremonia: la de la conversación y la enseñanza. No hay lugar ni aula sin alguien detrás y no hay escuela sin maestros. Sin buenos maestros. Para el filósofo, el encuentro con el maestro es el encuentro con un testigo y sabes que es un testigo porque vibra por las cosas del mundo. Desea ser maestro y, en el deseo, el maestro no manda, sino que encomienda y contagia. De esto nace el reconocimiento y la confianza que el alumno tiene hacia el maestro y lo que le da autoridad para poder ayudar a crecer (auctoritas viene de augere que significa hacer crecer, aumentar) desde la virtud de subordinar todo tipo de generosidad a la singularidad que es cada uno. El maestro se dirige a todos. Y, en un momento u otro, le dice lo mismo a cada uno, pero no de la misma manera y lo que tiene especialmente en cuenta no son las 'circunstancias' y peculiaridades de cada alumno (bajo, alto, locuaz, callado, rico, pobre…) sino el que cada uno es alguien, y ¡alguien capaz! Llegados hasta aquí, les invito a leer el final del segundo capítulo (Felices los que encuentran buenos maestros: se acordarán de ellos) para conocer las palabras silenciosas que el alumno siente que le dirige el maestro. Hasta aquí quería llegar en esta primera parte, colaborando en la difusión del mensaje de Esquirol e invitando a la lectura del libro, sean o no maestros.
Finalizo con este párrafo de la página 53: «Felices los que van a la escuela y, tras el umbral, encuentran un buen maestro. Se acordarán. Y lo agradecerán». Feliz curso 2024-2025. Continuará.
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