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Cabe decir que la de la Unión Europea es una historia de éxito, pero insuficiente ante los nuevos retos. Europa se crece ante ellos, para adormecerse luego con la burocracia y la regulación. Quizás somos más reguladores que solucionadores ante los desafíos que nos acechan, ... como nuestra baja demografía, las oleadas de inmigración sin una política común, la digitalización y la transición verde con un liderazgo corto de coherencia, así como la difícil competencia de nuestra industria en el mundo, entre otros.
Sin olvidar todo ello, la cumbre europea de Granada abre el debate de la ampliación, asunto congelado durante años pero que la invasión de Ucrania pone ahora encima de la mesa porque ya no se discute si ampliar o no, sino cómo. La caída del telón de acero nos trajo diez países nuevos y algo parecido puede ocurrir ahora para hacer un hueco a Ucrania, Moldavia y Georgia, a los que se suman los países de los Balcanes: Serbia, Albania, Bosnia, Montenegro, Macedonia del Norte y Kosovo. Turquía se queda otra vez fuera, tras décadas llamando a la puerta.
Para orientar el rumbo de la ampliación, Francia y Alemania han creado un grupo de expertos y su informe apunta a medidas concretas como reformar el Presupuesto, simplificar la toma de decisiones –reduciendo la unanimidad a la política exterior y de defensa– y recortar el número de comisarios, abandonando la idea de uno por Estado. Además, pretenden impulsar el valor del Estado de Derecho como condición de trabajo, mirando de reojo a Hungría, Polonia y Eslovaquia. La reforma es de calado y no cabe una manita de pintura, pero la creciente utilización de términos como 'proceso gradual' y 'modelo híbrido' nos dan toda una pista sobre el futuro.
El informe inicial habla de integración progresiva y de cuatro niveles, empezando por el estatus de miembro asociado, que participa del mercado único pero sin representación, seguido de una membresía intermedia con diversos escenarios, para acabar en una integración más o menos plena. La verdad es que el asunto suena a varias velocidades y a 'empezar y vamos viendo'. La cuestión nos afecta doblemente, primero como europeos y segundo como europeos del sur, que han venido disfrutando del dinero comunitario, mientras que tras la previsible ampliación pasaremos a ser contribuyentes netos. Veremos entonces si nuestra simpatía europea se mantiene o debilita.
En cuanto al caballo de batalla de la reforma del Presupuesto, conviene tener clara la repercusión de la entrada de Ucrania, potencia agraria donde las haya, porque la política agraria común recibe hoy el 30% del Presupuesto comunitario. Habrá tensiones que se perciben ya en los países vecinos, como Polonia, que rechazan la entrada sin arancel del cereal ucraniano en la UE. Tanto la unidad como la ampliación pueden verse condicionadas pronto por estos asuntos, unidos a una cierta fatiga tras año y medio de guerra, que puede entrar en su segundo invierno con un petróleo caro, y dificultades en el suministro de energía en Europa. Además, personalidades tan diversas como el filósofo Luigi Ferrajoli y el escritor Mario Vargas Llosa abogaban recientemente por buscar la paz para darle una salida a Putin, cuya economía sigue esquivando las sanciones europeas.
Para definir Europa y su ampliación, no nos acaban de valer ni la historia, ni la geografía, ni la política, ni la religión. Ante la ausencia de un único denominador común, echamos de menos un ideario de apoyo, más allá de lo que podemos entender como 'el modo de vida europeo', que cabe sintetizar en el binomio de valores e intereses, porque ambos son parte del Tratado de la UE y en su gestión equilibrada reside su éxito o fracaso. Quizás lo que nos une a los europeos emocionalmente sea algo tan sencillo y complejo, como es la forma de vivir la vida y las cosas a las que no estamos dispuestos a renunciar.
Por ello nos centramos en esta idea del modo de vida europeo, aunque no está claro si vamos a poder seguir pagándolo y si el modelo de capitalismo democrático, que lo ha venido soportando y financiando, tiene futuro porque no abundan, ni en la calle ni en los medios, sus defensores. Martin Wolf, permanente faro de opinión en el diario 'Financial Times', nos da una pista en su obra 'La crisis del capitalismo democrático' al avisar que capitalismo y democracia son un matrimonio en crisis porque ambas, política y economía, pueden estar fallando al ciudadano y ambas deben abrazarse para mejorar y salvarse, porque amenazan ruina. Advierte del desencanto reinante, poniendo en valor al capitalismo democrático, que pocos defienden, pero que prueba con los hechos su éxito porque nadie emigra a Rusia o China, sino a Norteamérica y Europa. Quizás en la búsqueda de la mejora del sistema, de la política y de la economía, en favor del ciudadano, pueda encontrarse ese modo de vida europeo que nos enganche al futuro, porque me temo que, por sí sola, la suma de Estados no será suficiente.
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