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Se ha puesto de moda la economía circular y se nos enseña que es importante que las materias sean siempre reutilizables por el bien del planeta tierra. La educación en España también ha entrado en el bucle y se mantiene en una eterna metamorfosis. El último paso ha sido modificar los planes de estudio para eliminar la asignatura de filosofía para que las nuevas generaciones aprendan valores diferentes y dejen de estudiar la historia de forma cronológica. El objetivo: evitar la adquisición de ideas que puedan perjudicar la tierna mente juvenil.
Espero que la historia se repita y que, como ha sucedido a lo largo de los siglos, los jóvenes se rebelen contra los docentes y abracen lo denostado por quienes quieran imponer sus ideas. Hemos visto como en el último medio siglo las leyes educativas han variado a borbotones, con bandazos que, al final, no eran más que mantener lo anterior cambiando nombres y añadiendo adornos. ¿Quién se acuerda de aquellas matemáticas diferentes que modificaban el procedimiento para abordar el problema Con los criterios de siempre?
Durante el franquismo se impuso la enseñanza de los valores del régimen con aquella asignatura de Formación del Espíritu Nacional que terminó en algunos institutos, entre ellos el José María Pereda de Santander, en la lectura de un libro titulado 'María, matrícula de Bilbao'. La operación para embutir a los jóvenes en los valores del régimen concluyó en la rebelión contra el sistema, al final de la década de los sesenta del pasado siglo. Los activistas más audaces contra Franco y su dictadura no fueron los iletrados ni los más desfavorecidos, sino los hijos de altos dignatarios del régimen y los herederos de una burguesía que respiraba un ambiente de desarrollo y quería libertad.
De las aulas que pretendían adoctrinar surgió una juventud rebelde en las formas y en el fondo. La esperanza es que la historia se repita. Que la tesis freudiana de 'matar al padre' continúe para que los cambios terminen produciendo resultados contrarios al objetivo que se pretendía.
Respecto a la monocorde letanía de quienes afirman que la educación es cada vez peor, no es ocioso recordarles que esa aseveración viene desde los griegos, que la humanidad ha progresado de forma constante y que en las últimas décadas los egresados de las universidades han logrado increíbles avances científicos, culturales y morales. Ese hecho refuta la cantinela de que los sistemas educativos están siempre en decadencia y que cualquier tiempo pasado fue mejor. La minoría que logra la excelencia consigue avanzar y llevar al resto de la sociedad hasta cotas impensables.
Con las nuevas leyes de educación lo que se consigue es que se facilite el paso de quienes tienen menos conocimientos o no están dispuestos a esforzarse para obtener algunas titulaciones. Los gobiernos lavan su imagen ya que en los informes internacionales aparecerán datos que indiquen que se ha avanzado: existirá menos fracaso escolar, las calificaciones medias se elevaran y se presentará un panorama optimista. La otra cara de esa maniobra Potemkin es dolorosa: se renuncia al ascensor social que ha sido el sistema de enseñanza público durante el franquismo y en la democracia, ya que al eliminar el objetivo de la excelencia se cercenan las expectativas de miles de españoles formados en la enseñanza pública y se genera una elite de quienes, con más recursos, puedan costearse un colegio o una universidad privada.
Persiste la esperanza de que el impulso juvenil de rebeldía acerque al conocimiento de la historia a una generación a la que se le quiere ocultar la antigüedad de España, sus logros y sus fracasos. En el bucle constante de la vida aparecerá una minoría trabajadora, inteligente y libre que busque y encuentre lo que se le quiere ocultar y de esa forma la especie humana avanzará en conocimientos. La contrapartida es que la libertad está en retroceso. Basta comparar la libertad disfrutada en la transición española con la que tenemos hoy.
La educación debe ejercerse en un ámbito de libertad y nunca debe ser una herramienta para adoctrinar. Hoy la libertad se ve reducida de forma constante por un intento de construir lo que el comunismo denominó «el hombre nuevo» y en el nacismo el ideal ario: unas generaciones imbuidas de 'verdades' absolutas, de axiomas indiscutibles. La esperanza reside en la capacidad de rechazar los dogmas de la juventud y en que la llama de la libertad siga encendida en todas las personas.
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Ana del Castillo
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