Secciones
Servicios
Destacamos
En un texto de 1992 en torno a la idea de Europa, Jorge Semprún (1923-2011) reflexiona sobre el futuro de la entonces recién nacida Unión Europea en términos históricos, considerando el impacto que tuvieron en la formación del ideal de unificación europea tanto las ... dos grandes guerras –sobre todo la Segunda Guerra Mundial–, como los totalitarismos fascista y nazi por un lado y el estalinista por otro. Jorge Semprún no solo reflexiona desde su profunda lucidez, su exhaustivo conocimiento de la tradición cultural, filosófica e histórica europea, también desde su experiencia traumática. Siendo todavía un adolescente y exiliado en Francia con su familia republicana, Semprún se une a la Resistencia contra la ocupación nazi, es detenido y torturado por la Gestapo e internado en el campo de concentración de Buchenwald, donde sobrevive durante dos años, hasta el momento de la liberación el 11 de abril de 1945. El recuerdo de lo sufrido en el campo del concentración le acompañará toda la vida y, como señala en repetidas ocasiones, será parte fundamental, definitoria, de su identidad. De esa experiencia deja constancia en varias obras imprescindibles, como 'El largo viaje', 'Aquel domingo' o 'La escritura o la vida'. Pero hoy no les quiero hablar de sus libros sobre Buchenwald, sino de sus reflexiones sobre Europa. ¿Recuerdan que España ostenta durante este semestre la presidencia del Consejo de la Unión Europea?
Como decía, Semprún no puede entender el presente y el futuro de Europa sin pensar de dónde venimos. Es un hombre del siglo XX, dirán, que posiblemente no comprendería este presente en el que existen cosas como la inteligencia artificial o el algoritmo. Y, sin embargo, releyendo sus textos, muchos de los cuales los escribió en torno a los años de la reunificación alemana (1989) y de la firma del tratado de Maastrich (1992) (recogidos en el volumen 'Pensar en Europa', editado por Tusquets), me doy cuenta de que, como ocurre con las personas de gran lucidez, sus palabras nos sirven hoy para seguir pensando las posibilidades políticas, éticas y culturales de Europa. También para valorar cuánto hemos avanzado y qué nos hemos dejado en el camino de los buenos propósitos. La idea de la Unión Europea prosperó con el objetivo de superar la lógica belicista de Versalles y de Yalta. Los dos tratados de paz para la Primera y la Segunda Guerras Mundiales habían sido diseñados desde la lógica punitiva de los vencedores sobre los vencidos, con consecuencias nefastas sobradamente conocidas. Después del tratado de Yalta, Alemania había quedado dividida y, ese terrible muro que no caería hasta 1989, separó a Europa no solo físicamente. La metáfora del «telón de acero» reflejaba el nuevo orden mundial, basado en la beligerancia constante, en la amenaza de un fin del mundo nuclear. La Unión Europea, con la caída de ese telón puesta en escena el día que se destruyó el muro de Berlín, se formó partiendo de otros sueños: el entendimiento frente al conflicto, la apertura frente a la autarquía, la razón democrática frente a cualquier forma de autoritarismo. Un supraestado protector que al mismo tiempo garantizara las libertades individuales, políticas y sociales de sus miembros. Y también, cómo no, la libertad de mercado y libre comercio, que por algo el comunismo había perdido la batalla.
Pero como señalaba Semprún en 1992, el desmoronamiento del último sistema totalitario y la unificación de Alemania no borró la tentación hacia conductas autoritarias en los países democráticos europeos. Entonces, como ahora, treinta años después, «asistimos a la persistencia o la renovación de fenómenos colectivos de racismo, de xenofobia, de antisemitismo o de populismo demagógico». Matizaba Semprún que estos fenómenos no se dan en todos los países de igual manera, varían «según sus tradiciones culturales y políticas, y que cobran mayor amplitud cuando la memoria colectiva no se ha liberado de sus demonios ni hecho un análisis crítico de ciertos episodios de su pasado más o menos próximos». Él pone Francia como ejemplo, pero podría aplicarse igualmente a la España de esos años (igual se acuerdan del asesinato racista de la joven dominicana Lucrecia Pérez en 1992) como a la España presente, donde el discurso de la ultraderecha incita al odio con su xenofobia, machismo y homofobia. En aquellos años 90 también había una recesión económica grave en Europa, que, entre otras consecuencias, creaba en una parte de la población una falta de confianza en la capacidad de la democracia para solventar sus problemas. Hoy podríamos hacer un análisis similar. Frente a los problemas que plantea la recesión actual, las crisis migratorias (que tenemos que dejar de entender como crisis y tratarlas como un problema intrínseco a Europa) o la guerra en Ucrania, la ultraderecha europea plantea soluciones demagógicas y populistas cuya implementación supone siempre alguna forma de violencia.
Hoy, cuando en España hay un partido con representación en el congreso que, nada más tocar poder, recorta libertades, cobra vigencia otra de las preocupaciones que expresa Semprún, la tentación autoritaria: «Formalmente, resulta casi imposible impedir la participación electoral de grupos políticos que, aun respetando la legalidad formal del proceso, están estratégicamente decididos –en función de su ideología y de su programa– a mutilar o destruir el sistema democrático tan pronto alcancen el poder». Por ello, es importante, en esta Europa actual en la que la ultraderecha va tomando cada vez más poder representativo, contar con una ciudadanía consciente de los peligros de caer en la tentación autoritaria. Porque, una vez en el poder, quien ostenta la violencia y la exclusión como partes consustanciales de su identidad, va a ejercerlo hasta sus últimas consecuencias si no se le pone freno a tiempo, si la sociedad calla y otorga.
Jorge Semprún soñó, después de la pesadilla de Buchenwald, con una Europa dominada por la razón democrática, plural y enriquecida por las diferencias, hospitalaria con el Sur global, abierta a América del Norte y del Sur, capaz de evolucionar en el terreno ético y político (no solo el económico) frente a los retos de la globalización. Me pregunto qué diría hoy frente al Mediterráneo convertido en fosa común, la guerra en Ucrania (territorio en el que se llevaron a cabo terribles actos de violencia tanto soviética como nazi), la llegada al poder de los neonazis en la región de Turingia, tan cerca de Buchenwald. Qué diagnóstico harías de Europa hoy, Jorge Semprún.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.