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ILUSTRACIÓN: Bea Crespo
Repetir lo repetido

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El Foco ·

La violencia contra la mujer cuando ésta se considera «enemiga» es universal, no importa el contexto: su aniquilación está siempre ligada a su sexualidad; su cuerpo es una extensión del campo de batalla. Siempre

Domingo, 16 de febrero 2025, 00:00

Acabo de terminar de leer un libro que comienza así: «La guerra nos sorprendió en el lugar de los hechos. Contuvimos el aliento, desarmadas, patéticas ... e indefensas, observando cómo nuestros cuerpos se fundían a diario con los de los invasores imberbes, convertidos en ilegibles plumazos sangrientos en los campos nevados. Durante esas fusiones, sufro una disociación recurrente, como si ya no fuera yo, como si flotase sobre mi propio cuerpo vacío que se me aparece esquemático como una imagen de satélite. La primera vez que sentí algo similar fue después de que me violaran, y ahora vuelve de nuevo». En el siguiente párrafo entendemos a quién pertenece la voz de esta mujer: es una ucraniana violada por los soldados del ejército ruso durante la invasión de Ucrania. Nos lo explica la autora, Daria Serenko (Jabárovsk, Rusia, 1993), en este libro que se titula 'Deseo cenizas para mi casa' (Errata Naturae, 2025). Daria Serenko es una poeta, activista, y artista rusa, feminista, antimilitarista y disidente que ha sido perseguida y encarcelada por el régimen de Putin. Cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, la persecución contra Serenko se agudizó de tal manera que tuvo que huir del país. El libro comienza, precisamente, desde el exilio. Se enfrenta a la magnitud de la violencia de la guerra y a sus recuerdos recientes, cuando estuvo prisionera en un centro preventivo de detención del Estado ruso. Al mismo tiempo que transcribe las palabras de la mujer ucraniana violada, Serenko escucha la grabación de un interrogatorio a una ciudadana rusa torturada por la policía de su propio país. La autora escucha una y otra vez los gritos del policía: «Guarra, a que te meto.... [ininteligible]... ¡Te voy a reventar!». Las voces de las dos mujeres -la rusa y la ucraniana- se unen y se confunden. La violencia contra la mujer cuando ésta se considera «enemiga» -ya sea por su disidencia o por pertenecer al bando contrario- es universal, no importa el contexto: su aniquilación está siempre ligada a su sexualidad; su cuerpo es una extensión del campo de batalla. Siempre.

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