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Repetir lo repetido
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La violencia contra la mujer cuando ésta se considera «enemiga» es universal, no importa el contexto: su aniquilación está siempre ligada a su sexualidad; su cuerpo es una extensión del campo de batalla. SiempreAcabo de terminar de leer un libro que comienza así: «La guerra nos sorprendió en el lugar de los hechos. Contuvimos el aliento, desarmadas, patéticas ... e indefensas, observando cómo nuestros cuerpos se fundían a diario con los de los invasores imberbes, convertidos en ilegibles plumazos sangrientos en los campos nevados. Durante esas fusiones, sufro una disociación recurrente, como si ya no fuera yo, como si flotase sobre mi propio cuerpo vacío que se me aparece esquemático como una imagen de satélite. La primera vez que sentí algo similar fue después de que me violaran, y ahora vuelve de nuevo». En el siguiente párrafo entendemos a quién pertenece la voz de esta mujer: es una ucraniana violada por los soldados del ejército ruso durante la invasión de Ucrania. Nos lo explica la autora, Daria Serenko (Jabárovsk, Rusia, 1993), en este libro que se titula 'Deseo cenizas para mi casa' (Errata Naturae, 2025). Daria Serenko es una poeta, activista, y artista rusa, feminista, antimilitarista y disidente que ha sido perseguida y encarcelada por el régimen de Putin. Cuando Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, la persecución contra Serenko se agudizó de tal manera que tuvo que huir del país. El libro comienza, precisamente, desde el exilio. Se enfrenta a la magnitud de la violencia de la guerra y a sus recuerdos recientes, cuando estuvo prisionera en un centro preventivo de detención del Estado ruso. Al mismo tiempo que transcribe las palabras de la mujer ucraniana violada, Serenko escucha la grabación de un interrogatorio a una ciudadana rusa torturada por la policía de su propio país. La autora escucha una y otra vez los gritos del policía: «Guarra, a que te meto.... [ininteligible]... ¡Te voy a reventar!». Las voces de las dos mujeres -la rusa y la ucraniana- se unen y se confunden. La violencia contra la mujer cuando ésta se considera «enemiga» -ya sea por su disidencia o por pertenecer al bando contrario- es universal, no importa el contexto: su aniquilación está siempre ligada a su sexualidad; su cuerpo es una extensión del campo de batalla. Siempre.
La violencia contra la mujer es el punto de partida de Serenko en 'Deseo cenizas para mi casa'. Desde ahí desgrana no solo los mecanismos del aparato represivo del Estado ruso, también la complicidad y pasividad de parte de la sociedad. Contrastan con ellos quienes se han rebelado contra Putin y lo han pagado caro. Serenko construye la narración a través de una voz en primera persona que se funde, a lo largo de todo el libro, con otros «yoes» sin solución de continuidad. Ese «yo» que es un «nosotras» adquiere diferentes materialidades: pasa de la prosa ensayística a la poesía o a la intimidad propia de un diario. Así se tejen experiencias y formas de expresión que nos llevan al interior de la cárcel o nos colocan frente al cuerpo destrozado de un soldado ruso o ante una manifestación en la que se enfrentan un padre antidisturbios con una hija disidente. «Me gusta que este texto no pretenda ser el reflejo de una experiencia única, no es ninguna suerte de primer testimonio, sino lo contrario, se confunde entre otros similares, uno más entre los textos de prosa femenina carcelaria y del gulag», dice la autora, reconociendo con cierto pudor que sus vivencias no son tan catastróficas como las de otras mujeres. Selenko tiende a minimizar su importancia, como la mayoría de las mujeres que reflexionan sobre su propio papel en el activismo o como víctimas de la represión: el síndrome de la impostora llevado al extremo. Así lo reconoce ella: «Incluso en situaciones así nos sentimos impostoras que ocupan el lugar de otro (...) que no ocupan un lugar 'verdadero'. Uno duro de verdad, a diferencia del nuestro». Por eso, además de por todos los motivos que expongo, el libro de Selenko es tan importante, ya que nos cuenta una experiencia personal y colectiva a la que raramente tenemos acceso: si ya es difícil encontrar testimonios contemporáneos sobre la represión cotidiana en la Rusia contemporánea, más difícil es conocer los de las mujeres disidentes.
Selenko estuvo arrestada del 8 al 23 de febrero de 2022, los días previos a la invasión de Ucrania, en lo que el Estado ruso denomina un «centro preventivo» (Inciso: la traducción de Alexandra Rybalko Tokarenko es excelente y aporta notas explicativas imprescindibles). La práctica de la detención preventiva es habitual: el gobierno encarcela a disidentes políticos por cosas tan nimias como un comentario en una red social o por compartir una imagen «antipatriótica». Con estas detenciones se intenta criminalizar e incomunicar a la oposición y disuadir la protesta pública. Aislada los primeros días de prisión, Selenko se da cuenta de que no está sola: los muros le hablan a través de los mensajes que han dejado quienes previamente han ocupado su lugar. Lee, emocionada y con una sonrisa, inscripciones como MI RUSIA ESTÁ EN LA CÁRCEL o PUTIN ES UN MIERDA. Encuentra las palabras de mujeres a quienes admira, como las integrantes del grupo punk rock 'Pussy Riot', famosas por sus protestas en contra de Putin y por la persecución a las que son sometidas, sus componentes en el exilio y entre la lista de «los criminales más buscados» por el Estado ruso. Selenko no está sola en esa prisión, en ese sentido metafórico pero también en uno real: pronto llevan a su celda a dos presas sociales que la confrontan con una realidad devastadora, reflejo de la miseria del país: el alcoholismo, la prostitución, la violencia que impregna todas las relaciones y que destruye la capacidad de empatía.
La violencia normalizada de la vida cotidiana se traslada a la normalización de la guerra, la aceptación de lo inaceptable, como cuando escucha a una mujer rusa defender con alegría las violaciones de mujeres ucranianas. La conciencia histórica también tiene un papel en este libro. Mientras Selenko escribe, se acerca el 9 de mayo, día en que se celebra la victoria soviética sobre la Alemania nazi en 1945: «brindemos pues», escribe en un poema, «por que nunca más / podamos repetir / lo repetido». Pero lo repetido se sigue repitiendo: las masacres de civiles, la violación de mujeres, la muerte de jóvenes soldados, la persecución de quienes se oponen a la guerra, el exilio, el empobrecimiento material y moral de la mayoría. Por eso el doloroso título, por eso Selenko desea cenizas para su casa, para ese país en el que «el vino cuesta menos que las compresas».
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Ana del Castillo
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