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Se suele asociar peyorativamente el concepto de adolescencia con imprudencia e irresponsabilidad. Durante este verano las informaciones sobre el comportamiento insolidario de multitud de ... jóvenes incumpliendo las normas sanitarias en botellones, fiestas incontroladas, etc., han inundado los medios de comunicación. Sin embargo, mentiríamos si tratáramos de extender este comportamiento incívico a todos los jóvenes. Hace unas semanas comenzaba el curso escolar en la educación secundaria en todo Cantabria. El IES Marqués de Santillana lo hacía con acogidas más prolongadas y escalonadas de lo habitual, en las que se intercalaba la pura información académica con mensajes y simulacros relacionados con las medidas sanitarias puestas en marcha en los centros, siguiendo las indicaciones de la Consejería de Educación, para evitar la propagación de la epidemia de covid-19 y, de esta manera, garantizar un entorno seguro para el alumnado y el profesorado.
Y ahora viene la sorpresa: aunque lo sospechábamos, porque somos profesionales que trabajamos con adolescentes y les conocemos bien, lo cierto es que su comportamiento nos ha sorprendido hasta el punto de emocionarnos como educadores y como ciudadanos. Contrariamente al estereotipo que hace del adolescente una persona que no respeta las normas y que además hace todo lo posible por evitarlas o infringirlas, los más de 700 alumnos del IES Marqués de Santillana han sabido estar a la altura de las exigencias derivadas del actual contexto de pandemia, y nos imaginamos que en todos los institutos de Cantabria ha ocurrido algo parecido. Nos hubiera gustado compartir con todos la seriedad y la atención con la que han escuchado y asumido las indicaciones sanitarias y las apelaciones a la responsabilidad social. Incluso se puede decir que por momentos ha sido electrizante comprobar el respeto del alumnado por las normas de distanciamiento social, el uso adecuado de la siempre incómoda mascarilla, y la circulación ordenada y tranquila por las instalaciones.
El IES Marqués de Santillana, como otros muchos colegios e institutos cántabros, se ha visto obligado a eliminar temporalmente numerosos programas y proyectos educativos en los que se venía trabajando durante los últimos años y que eran parte fundamental de nuestra identidad como centro educativo. Es duro, pero nadie duda de que el objetivo principal es ser capaces de mantener la enseñanza presencial, especialmente después de la experiencia del confinamiento del último trimestre del curso pasado. Cuando finalice esta crisis sanitaria y podamos recuperar la normalidad perdida, muchos elementos de la práctica educativa habrán cambiado para siempre.
La informatización de los procesos de enseñanza y aprendizaje mediante el uso de plataformas digitales, por ejemplo, o la importancia de la gestión de las emociones y una relación más estrecha con las familias, constituyen aspectos en los que se ha dado un salto impensable hace apenas unos meses. Por supuesto, todavía hay camino por recorrer. Evitar la relajación de las normas dentro y fuera del instituto, así como mejorar la coordinación con las distintas instancias sanitarias encargadas de hacer el seguimiento de los posibles positivos, son ahora mismo los desafíos más apremiantes a los que debemos enfrentarnos. Pero la educación va precisamente de esto, de afrontar retos y de adaptarse a los cambios y hacerlo en las mejores condiciones posibles. En este sentido, creemos que los jóvenes estudiantes del IES Marqués de Santillana han demostrado esto mismo al asimilar desde el primer día nuevas pautas de comportamiento y aprendizaje. También sabemos que las familias de nuestro alumnado tienen una gran responsabilidad en que esto haya sido así, y nos gustaría reconocer públicamente su esfuerzo e implicación en la educación de sus hijos.
Por todas estas razones, y a pesar de las limitaciones que nos impone la pandemia, paradójicamente este puede ser un gran año, porque juntos, alumnos, profesores y familias tendremos que realizar un gran esfuerzo por rescatar valores fundamentales como el respeto a las normas, la solidaridad y la responsabilidad como individuos y como miembros de la sociedad. Si lo conseguimos, ese esfuerzo habrá merecido la pena. Nos queda por andar un camino largo y seguramente plagado de dificultades, como ha puesto de manifiesto con toda su crudeza el triste confinamiento del barrio torrelaveguense de la Inmobiliaria. Pero si lo que tenemos por delante se puede medir por el comienzo, estamos seguros de que será prometedor y emocionante.
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Ana del Castillo
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