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Cuatro años. Ese es, en principio, el tiempo que un diplomático contempla para sus maniobras, frente a la irrupción de un presidente de Estados Unidos ... empoderado. Cuatro años para que nuestra amada Europa aterrice y espabile. Pero a Trump la diplomacia se la trae al pairo y ya está pasando todo lo que puede pasar. El ataque por sorpresa suele tener éxito y los gobernantes europeos, esos restos del naufragio que los partidos políticos envían a Bruselas como recompensa por sus sacrificios, no son demasiado efectivos sometidos a estrés. 720 diputados europeos que a veces son lo mejor de cada casa, un cementerio de elefantes durmiendo una siesta retribuida con generosidad que casi nunca mira los nubarrones de la tormenta que avanza.

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