Secciones
Servicios
Destacamos
El titubeo desesperante a la hora de encontrar en el cerebro la palabra que necesitas era hasta ahora cosa de iletrados, de falta de concentración o de que estabas en Babia, pero a medida que cumplimos años una se da cuenta de que estas búsquedas ... resultan insoportables por imposibles.
De forma involuntaria, asistí hace años a una escena memorable en el metro. Dos señoras encantadoras a las que debía de fallarles el oído mantuvieron una conversación de quince minutos sin conseguir decir nada. Una quiso advertir a la otra que había una cantante que había sido monísima en la que no dejaba de pensar. «¿Cómo se llama?». «Esa. La que llevaba los vestidos muy apretados que fue novia de aquel actor que salía en una serie que daban en La2. Sí, mujer, ¿cómo se llama? Que tenía el pelo rubio pero que de joven era muy morena y un día la vimos en el bar de la playa grande…». La mujer se desesperaba y poco a poco fue remontándose a los tiempos del cuplé como si subiera una empinada colina. Yo, en silencio, miraba por la ventanilla y pensaba en nombres que se adaptaran a aquel inagotable currículum.
La mujer siguió dando detalles sin nombrar cantantes, ciudades, series o parientes. La amiga asentía, pero no soltaba prenda. Habían pasado tres o cuatro estaciones y de pronto la cosa cambió. «¿Ah, sí. Que tenía un hijo muy guapo que se hizo actor y salía en aquella película…». «Esa, ¿cómo se llama?». «Sé quién dices, pero no recuerdo el nombre». «Pues se ha muerto». Se levantaron y salieron a la vida con ese leve equipaje de olvido que se adquiere con el tiempo.
A mí también me pasa. Al principio crees que te sucede algo, que fallan las neuronas, que te estás quedando lela. Piensas que debes visitar a un neurólogo, y revisas los antecedentes familiares en materia de olvido, pero afortunadamente siempre hay alguien que te advierte de que esto es frecuente y que tiene un nombre que no recuerdo. Nuestro cerebro almacena de forma diferente las caras y los nombres y dar con lo que se busca después de los 65 es, en ocasiones, una lotería.
Lo digo porque ayer quise llamar a una persona a la que veo con frecuencia. En mi cerebro su imagen era nítida pero, por mas que lo intentaba no recordaba su nombre. Acudí a la agenda pensando en que si daba con el nombre lo reconocería, pero cuando iba por la 'G' había olvidado a quién buscaba. Desgraciadamente este extenuante olvido no afecta a los sinvergüenzas; de ellos recuerdo el nombre y el apellido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.