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La palabra 'infante' puede tener tres acepciones: el hijo de un rey, el niño que aún no ha alcanzado la capacidad de hablar o expresarse por sí mismo y la que se refiere a un soldado de infantería. La infanta Leonor parecía llevar las tres ... acepciones cargadas a su espalda, además de la cruz que le ha tocado a esta chiquilla que aún no ha cumplido los 18. La vi vacilar en las instalaciones de la Academia Militar de Zaragoza bajo ese calor aragonés de agosto que derrite el cerebro del más templado, sonriendo con nerviosismo, sin saber dónde colocarse y buscando la mano de su madre y los ojos de su hermana. Si hubiera podido, me habría puesto la capa de Superman y la habría rescatado de ese destino que más vale que acepte con docilidad o pasará su vida en el diván de un psicoanalista.
Como mujer deberá demostrar que no le arredra el mundo militar; como hipotética futura reina tendrá que reprimir emociones, aplazar sus sueños de adolescente y quiera Dios que no le dé por cuestionarse qué demonios hace allí. Siento algo conmovedor por esta niña que no ha podido elegir absolutamente nada desde su cuna, que ni tan siquiera tiene la posibilidad de rebelarse y a la que muy ligeramente se le atribuyen privilegios de dudosa solidez.
Ella no está exenta del azar que la vida gotea sobre nuestra existencia. Podría ser, viendo cómo está el patio, que nunca llegue a reinar, que en las páginas no escritas de su biografía no haya palacios ni besamanos. Y, sin embargo, como dice la canción de Sabina, ahí está, a los 18 años, con cuatro horquillas para hacerse el moño y los pendientes y el maquillaje requisado.
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