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Descorazonador fue conocer la causa de la dimisión de Íñigo Errejón y devastador ha sido escuchar los balbuceos entresijos, dimes y diretes de los miembros relevantes de partidos de una izquierda que ha hecho suya la bandera del feminismo. La causa no era menor; el ... desencanto de conocer que quien reivindicaba cambios tenía una doble vida.
Si Tezanos hiciera una encuesta a las mujeres que peinamos canas, el resultado sería que prácticamente la totalidad hemos pasado por acosos, agresiones y humillaciones. Era habitual que te tocaran el culo, el pecho o que te dijeran que te pusieras guapa para una entrevista, una venta o un cliente. No es que no nos diéramos cuenta de lo que había, teníamos que tragar saliva porque si se nos hubiera ocurrido denunciar habría sido nuestro fin social y laboral. Era un mundo de hombres y te abrías paso a codazos. Sabías que desabrochándote el primer botón de la camisa todo era más fácil, más horrible y más verdad.
Pero poco a poco las cosas fueron cambiando y nuestras hijas no tienen que vivir lo que vivimos nosotras, si bien las penalizaciones por poder denunciar a un agresor no son pocas. No pueden vivir solas porque los alquileres son un disparate, tienen los hijos mediante fertilización in vitro porque su edad fértil coincide con su esplendor laboral y nos llaman a los padres durante el trayecto del metro al portal, en cualquier ciudad del mundo donde vivan. Podría poner tantos ejemplos que no tendría columnas para rellenar, ni fuerzas para reprimir las ganas de llorar que me asaltan.
Los hombres no entienden lo que sentimos, no porque sean demonios con patas, sino porque nunca lo han experimentado; no saben lo que se puede llegar a sentir al escuchar un chiste sobre el sexo, un comentario sobre una mujer que decide hacer lo que le viene en gana o esas frases que desautorizan a sus compañeras. La virgen, la madre santa e inmaculada, la esposa perfecta que siempre apoya al marido, que cede el paso a las oportunidades laborales de este, esa a la que no le importan los reconocimientos y se conforma con un ramo de flores el Día de la Madre, ya se ha jubilado. Me gustan los jóvenes que han sido educados en el respeto y no quienes se fijan en las víctimas para decirles que son malas madres o unas lerdas porque no escaparon. No podéis poneros en nuestros zapatos, pero al menos no nos empujéis…
Yo no quiero que la vida sea una cuestión de género, ni de esta lucha cuerpo a cuerpo, aunque la clase política nos aliente. A la vista está que lo que verdaderamente les interesa es no renunciar al poder.
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