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La Abeja Montañesa', periódico de intereses morales y materiales, en el número correspondiente al 19 de octubre de 1866, glosa la Exposicion Provincial entonces en curso, sección Bellas Artes, con una timorata alusión a las artistas pertenecientes al 'bello sexo' (literal) que cultivan el arte del divino Apeles en la región.

Refiere a Diodora de la Revilla, Clotilde Pérez de la Riva, dilectas discípulas ambas de Aparicio. Y, tras glosar sus obras, refiere la de los artistas (¿habría que decir del 'feo sexo'?) Salvador Regules, Manuel Fernández Escadón, Riancho, Luis María de Bejar y Wünsch. A quienes trata con sumaria delicadeza.

Pasando de lo general a lo concreto, el mayor acierto del cronista, poco docto en artes plásticas, consiste en resaltar la participación en la muestra de Agustín Riancho Mora (1841-1929), que el comentarista consideraba obligada: «No en balde esperábamos que D. Agustín Riancho, de cuyas obras ya hemos hablado alguna vez, acudiría en esta ocasión al llamamiento de su país correspondiendo así a la generosa protección que le han dispensado algunos de sus paisanos. Este joven ha presentado dos cuadritos, representando el uno un país nevado con algunas vacas marchando por un camino, y el otro la vista de un paisaje que creemos sea el de los baños de Solares. Ambos cuadros se distinguen por la originalidad y valentía que caracterizan al estilo de este joven, aprovechado, a quien podemos llamar alumno de Santander, dado que aquí nació el feliz pensamiento de sacar al humilde aldeano a otra esfera donde pudiese elevarse en alas de la inspiración, de que empezó a dar muestras visibles desde sus primeros años».

Sabido es que a los veinticinco años de edad, el joven de Entrambasmestas caminaba ya con paso firme por esos mundos de Dios, si abandonar jamás su inspiración montañesa. Que llevaba con un imperdible sujeta al alma.

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