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La publicación de los resultados del informe PISA ha traído al primer plano de la actualidad la situación de la educación, en nuestro país y sus diversas comunidades, y en términos comparables con el conjunto de los 80 países y regiones que han participado en ... esta edición. Las pruebas se han aplicado a 690.000 alumnos, y las muestras para que tengan plena fiabilidad son también extensas. Por ejemplo, en Castilla-León, líder en España, y en posición destacada en el ranking general, se aplicaron a 1.733 alumnos.
Es, por tanto, una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra realidad educativa, que por otra parte se encuentra marcada por una paradoja. De un lado, el muy importante papel que desde distintas esferas y análisis públicos se le otorga respecto al desarrollo y progreso de los países. Pues, en efecto, el concepto de capital humano, recurso esencial para esos objetivos, se basa en la formación y capacidades de su población. Es decir, en los efectos de la educación.
Y, por otro lado, los sistemas educativos, que alcanzaron la plena escolarización de su población escolar en el ciclo obligatorio ya avanzado el siglo XX, tienden a la permanencia de sus hábitos y fórmulas de trabajo. Es decir, se trata de una realidad en la que los cambios y mejoras son complejas y requieren tiempo. Y, a la vez, las transformaciones que se están produciendo en el mundo actual demandan mejores niveles de formación, especialmente en competencias clave. Ahí está la paradoja, alta consideración a los frutos de la educación y dificultad para la actualización y mejora.
¿Qué dicen los resultados de la actual PISA? La respuesta es que han caído, son inferiores. En España la referencia son los de PISA 2015, pues los del 2019 no se llegaron a completar por fallos en la realización de las pruebas.
Veamos la comparación para el conjunto de España en los tres elementos que miden PISA (primero el puntaje actual, entre paréntesis el del 2015):Lectura, 474 (496). Matemáticas, 473 (486). Ciencia, 485 (493).
La explicación principal de este retroceso, que ha afectado al conjunto de países participantes en la prueba, es sin duda la pandemia del covid, que obligó al cierre durante varios meses de los centros escolares. Y aunque se improvisaron actuaciones de apoyo a distancia, sus efectos negativos eran inevitables, pues las estrategias de recuperación, poco efectivas, tampoco lograron equilibrar los resultados.
Eso sí, ha habido excepciones. Y entre ellas, en la comunidad de Cantabria, foco del interés y reflexiones de Foramontanos Siglo XXI. Veamos sus cifras (las primeras son las de la prueba actual, y entre paréntesis las de 2015): Lectura, 494 (501). Matemáticas, 495 (495). Ciencia, 504 (496).
Es decir, mantenimiento en una y reducción moderada en las otras dos, pero situadas en valores muy cercanos. Y lo que es importante, con estos datos Cantabria ha pasado de situarse en la media de España en 2015 a una posición actual en los primeros lugares. Añadamos que también lograron buenos resultados en Asturias y, en menor medida, en Galicia. Además del destacado liderazgo de Castilla-León. Pero las caídas en otras comunidades equivalen a dos cursos y medio en Matemáticas, cerca de dos cursos en Lectura y algo más de un curso y medio en Ciencia.
Tras los datos sobre rendimiento de nuestro sistema educativo, veamos los correspondientes a los recursos empleados. El más importante es el del porcentaje del PIB, que en el 2020 fue del 5%, que es exactamente la meta que aconsejaban alcanzar desde las instituciones internacionales. (En ese año, la media en los países de la OCDE era el 5,1% y en los de la Unión Europa el 4,5%). Y conviene recordar que en el año 2005 tan solo llegábamos al 3,9%.
Igualmente significativo es el dato del gasto por administraciones, clara expresión de que la gestión educativa está plenamente descentralizada. Así, el Estado solo cubre el 11%, las comunidades autónomas el 83% y las administraciones locales el 6%.
Otro dato relevante es que los sueldos del personal docente, en su conjunto, están ligeramente por encima de la media en la OCDE y en la Unión Europea.
Y quizás, el más preocupante, la población escolarizada en la enseñanza obligatoria (Primaria y ESO), que creció hasta 2017, y desde entonces ha iniciado un leve descenso.
Un añadido final, interesante y positivo. En la escolarización en la preprimaria, España es líder. Los niños de 2 años están escolarizados en un 56%, mientras en la OCDE son un 25%; y a los 4 años, los porcentajes son un 96% y un 88%, respectivamente.
Para cerrar esta rápida panorámica, apuntemos otros desafíos importantes que tiene la educación en nuestro país y que, por su extensión, demandan la atención de todos los poderes públicos, desde el ámbito nacional a los autonómicos.
Empecemos por las diferencias en el rendimiento educativo, ya apuntadas, que son tan significativas que a veces se habla de las distintas velocidades de sus sistemas. Tampoco parece suficiente el señalamiento de los aspectos de actualización y mejora que deberían acometer o intensificar las distintas comunidades.
Aunque en ese apartado debemos señalar el planteamiento y trabajo que se vienen realizando en la formación profesional de grado superior. Era imprescindible dada la vinculación con el empleo de los jóvenes, así como por el bajo nivel del que veníamos (un 23% en España de la población de esa edad, por el 40% de la OCDE y el 45% de la Unión Europea).
Aquí teníamos experiencias muy valiosas en la llamada formación profesional dual, que vincula aprendizajes y prácticas de los alumnos entre los centros de enseñanza y las empresas. Su extensión depende del tejido productivo próximo, por supuesto, pero también de la iniciativa y esfuerzo de los responsables de la educación. Que también enfrentan dificultades para incorporar profesorado competente para buena parte de las especialidades, que a menudo son las que ofrecen más oportunidades de empleo y mayor contribución al desarrollo.
Y terminamos con otro tema, del que se habla poco pero es relevante. Se trata de la jornada escolar y sus alternativas de jornada partida o solo de mañana. Esto no figura en PISA, pero la OCDE, en su seguimiento de un amplio conjunto de indicadores, sí lo ha abordado. Y ha hecho a las autoridades españolas una recomendación en el sentido de volver a la jornada de mañana y tarde por la menor idoneidad de la jornada única y el perjuicio comparado que produce en el rendimiento educativo.
La modalidad de jornada única de mañana se extendió en la enseñanza pública, con la interesante excepción de Cataluña y el País Vasco y, por supuesto, de la enseñanza privada. Ahora las autoridades educativas de Navarra han anunciado el retorno en su comunidad a la jornada de mañana y tarde.
Ojalá que esta iniciativa se extienda, porque hay constatación añadida de que perjudica en mayor medida a los alumnos más desfavorecidos, aquellos que difícilmente encuentran en sus casas la cobertura que podrían recibir en el centro escolar.
Ojalá también que el peso de las decisiones e iniciativas en la educación se basen cada vez más en análisis de su realidad y en estudios especializados, y se reduzcan la influencia de intereses, ideología o sencillamente improvisación.
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