Secciones
Servicios
Destacamos
Foro EnClave: Las protagonistas sientan a su mesa de debate al cambio climático. Las consecuencias que puede traer en el futuro, la responsabilidad individual, y, por supuesto, la tenaz polarización enquistada hasta en este ámbito.
María Luisa Peón Afiliada al PP
Otro debate servido para la polarización. ¿Y tú? ¿En qué lado del muro estás? ¿Eres ecologista extremo o negacionista del cambio climático? ¿A cuál de las dos recalcitrantes posturas te han empujado? Ya sabes, si no te autoetiquetas seguidor acérrimo de ninguna de ellas, los de un lado te adjudicarán la contraria y viceversa. La moderación no está de moda.
La muy necesaria tarea de conservar el planeta, reducir la ... contaminación y hacer un uso eficiente de los recursos se ha colado entre las controversias del momento. Incluso una materia tan sometida al criterio técnico como el Medio Ambiente, se está viendo arrastrada a la discusión de trazo grueso, donde los argumentos se alejan del rigor y abundan las contradicciones: me manifiesto contra el cambio climático, pero cambio de móvil dos veces al año o mi activismo ecologista consiste en atentar contra obras de arte de la humanidad.
Que algunas regulaciones recientes de la Unión Europea estén siendo cuestionadas, como las restricciones a la producción agrícola o la protección del lobo –que se lo digan a nuestros ganaderos–, tiene que ver con su falta de proporcionalidad y no deberían tomarse como argumento contra toda política de protección del medio ambiente.
Nada para tomar decisiones acertadas como confiar en los investigadores. Hemos leído en este periódico, por ejemplo, las advertencias del Instituto de Hidráulica respecto a la subida paulatina del nivel del mar y la necesidad de anticiparse a sus efectos. Hacer caso omiso de las recomendaciones que se hacen desde la evidencia científica es una forma de nuevo terraplanismo.
María Luisa San Juan Exconcejal de Cs
Cuando escucho algunos argumentos de los negacionistas del cambio climático o el deterioro medioambiental pienso en aquella viñeta de Mafalda donde en una de sus reflexiones ante el globo terráqueo manifestaba: «Sí, hay más problemólogos que solucionólogos, pero, ¿qué vamos a hacerle?».
Por mi parte lo tengo claro. Primero escuchar a la ciencia y después tomar conciencia para aplicar soluciones a mi ámbito más cercano. Eso que podríamos definir como una vida doméstica sostenible.
La inteligencia y la riqueza de una sociedad solamente se alcanza cuando nuestra individualidad encaja sus necesidades y anhelos en el grupo social que nos protege y sustenta. Todo sin olvidar pedir responsabilidades a gobiernos, empresas e instituciones.
Lo que parecía imposible hace unas décadas ya es una realidad. El 70% de los españoles considera muy importante separar y reducir residuos, hasta el punto de que 8 de cada 10 hogares afirman haberlo integrado en su día a día, siendo curiosamente los mayores de 50 años (la generación silver) los más concienciados.
Si la pandemia nos obligó a redefinir el espacio personal a casi dos metros de nuestros semejantes bien podríamos dedicarnos a mapear nuestros entornos habituales para mantenerlos libres de papeles, chicles, cacas de perro, pises, colillas, escupitajos y demás porquerías perjudiciales para nuestra salud y convivencia.
En definitiva, practicar una ecología basada en la Urbanidad e insistir en un consumo responsable con todas las «erres»: rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar.
Por cierto, ¿la basura política tiene punto limpio o va al contenedor marrón?
Rosa Inés García Afilida al PSOE
En 2050 Europa no dependía de los combustibles fósiles. Proliferaba el vehículo con propulsión de hidrógeno verde. Estamos en 2077 y el inspector de la temperatura del agua sobrevolaba la ciudad en su LQP. El chico estudió que hace décadas los glaciares empezaron a derretirse, la sequía era dramática y los gases efecto invernadero calentaban la atmósfera: había aumentado unos 2,4 grados. El nivel del mar subió casi un metro sumergiendo el casco histórico.
El mar se comió los jardines de Pereda tragándose un tiovivo infantil, una catedral con la que no pudo un incendio en 1941 y una plaza bulliciosa de alterne llamada Cañadío enemiga del sueño vecinal. Lo que no arregló el ayuntamiento lo hizo el mar: inundó la plaza y silenció para siempre el ruido. Leyó que hace años no se instalaron molinos de energía eólica frente a la bahía porque no hacía bonito y que hubo oposición para mantener con espigones la desaparecida playa de la Magdalena.
La Europa de entonces había cedido su Pacto Verde por la competitividad, aparcado la regulación de pesticidas, retirado la protección de especies y retrasado el reglamento contra la deforestación.
En este futuro presente, vivimos las consecuencias de haber creído que las acciones humanas son independientes de la naturaleza. Se impone coger el vehículo LQP de la responsabilidad individual para salvar Lo Que Podamos.
Dicen que en noches de luna llena se refleja en el agua aquel tiovivo de colores que daba vueltas y vueltas en aquellos jardines de Pereda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.