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Rosa Inés García Militante socialista
Sutil acrónimo usado por los alfonsinos en la dictadura franquista para no levantar sospechas: VERDE, Viva El Rey De España. «Las autoridades deben afanarse en hacer ver a la gente que el Estado en su plenitud está presente», dijo a los políticos. Y a los ... militares desplegados «gracias por vuestra entrega, hombro con hombro y un solo corazón». La pésima gestión de la devastación en su primera fase era evidente. El Jefe del Estado pedía unidad para la tarea pendiente.
Mientras España está a merced de tormentas políticas y climáticas, el Rey en su sitio. Algunos políticos, de aquí y de allá, no. El liderazgo autonómico y nacional exigía lealtad desde el principio. Los pulsos competenciales, las acusaciones cruzadas y los vericuetos de la gobernanza no son la prioridad de los que lo han perdido todo. Ahora necesitan agua, recuperar su casa y la foto del ser amado que se llevó la riada. Cuando escampe, gobernantes y sociedad, además de reconstruir puentes y escuelas, tendrán que rescatar de entre las brasas de la desolación la confianza para salir adelante.
Si el cálculo electoral para tomar decisiones es siempre perverso, ante la magnitud de esta catástrofe sería inaceptable. La DANA marcará a todos y la democracia imputará las responsabilidades. Eurípides dijo: «A quienes los dioses quieren destruir, primero les hacen perder la cabeza». Ojalá que socialistas y populares no perdamos la cabeza.
«En nuestro presente de muros y alambradas» (Irene Vallejo) cabría esperar un mínimo consenso moral de los políticos por respeto a los muertos y a los que siguen viviendo. Esa esperanza también tiene color VERDE.
María Luisa Sanjuán Exconcejal de Cs
Olvídate si en algún momento lo pensaste. Un mes después de la catástrofe valenciana nadie ha dimitido ni pedido perdón.
Mazón, Ribera y Sánchez siguen instalados en su particular fangal de incompetencias, mentiras y protocolos fallidos que solo provocan más indignación en las víctimas. He aquí esa España vaciada en las ambiciones de sus dirigentes. Más de dos centenares de muertos velarán sus insomnios. En el país que incluso tiene un ministro de Transformación Digital, sus máximas autoridades centrales y autonómicas han sido incapaces de coordinar los mínimos requeridos en una emergencia: proteger, avisar y socorrer a la población. Y todo ello sin un desempeño operativo centralizado como en la crisis del covid, sin portavoces competentes y sin una gestión eficaz de las comunicaciones para emergencias: redes, páginas web, dispositivos móviles o contactos permanentes con los medios de comunicación. «Sin cobertura» o «irse a negro» son las expresiones que más hemos escuchado estos días de boca de estos gestores de la nada.
Durante demasiados días, España se ha parecido a la Blanche Dubois de aquel Tranvía llamado deseo. Continuamente a merced de la bondad de los extraños. Esos extraños que a miles acudieron al sumidero del diluvio para ofrecer lo que podían. Benditos los diez alcaldes y alcaldesas y aquellas instituciones valencianas que tomaron decisiones y salvaron vidas porque estaban en sus puestos. Ellos, junto a los dispositivos del Estado, sí que son los imprescindibles en la reconstrucción. A estos de arriba, tan incapaces de irse como de gestionar la crisis, solo cabe pedirles que se apliquen aquel estribillo de Ricardo Arjona: «Aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no jode».
María Luisa Peón Militante popular
Sin nada. Sin vida, sin familiares, sin casa, sin coche, sin enseres, sin trabajo. También sin confianza en los políticos que representan y en los partidos que gobiernan. La DANA, en su devastación, se ha llevado por delante mucho de lo esencial. Y corremos el riesgo de que se lleve, además, la esperanza de una reconstrucción diligente que no deje a nadie afuera.
Se han analizado causas, alertas, respuestas, competencias, empatías y responsables. Tenemos datos suficientes para que cada cual extraiga sus conclusiones. Yo apunto la mía, una a la que suelo hacer referencia en este espacio: el muro. Además de todas las nefastas consecuencias ya constatadas que tiene la construcción de un muro entre españoles por razones ideológicas, nos hemos topado con una demoledora, que debería ser razón más que suficiente para un derribo definitivo: el muro agravó los efectos de la riada y dificultará la reconstrucción. La falta de entendimiento entre los responsables de las administraciones políticas también es una emergencia. Qué pena que la crecida que se llevó todo por delante dejara en pie el muro más dañino.
Ante este panorama, el de las imágenes de los estragos y la decepción de la respuesta, trato de buscar indicios para recuperar la confianza en el sistema. Y surge el abrazo entre el popular Gerardo Camps y el socialista Juan Antonio Sagredo en una sesión del Senado. ¡Por fin una grieta en un muro resulta esperanzadora!
Podríamos incluir en la reconstrucción una acción necesaria: o derriban el muro o mandamos a tomar por saco a sus ingenieros.
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