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La ultraderecha avanza. El fanatismo no es una idiotez, busca generar miedo para justificar la violencia. La denuncia que hiere en lo más íntimo, la desinformación, el insulto progresista o reaccionario igual de deleznables, inundan el ámbito público. Una derecha profunda en espacios del Estado ... de derecho no cree legítimo al Gobierno Socialista. Preocupa que Feijóo diga: «España necesita un Gobierno democrático». Parece que la Constitución y la educación no sirven para nada. ¿Este país queremos?
Sánchez, que debió hablar con Feijóo el primero, nos apela a reflexionar. La derecha lo llama «obsesión por controlar el poder». ¿Algún político tiene otro objetivo? Bien ejercido permite a España ser el segundo país de la OCDE donde más crecen los ingresos de los hogares; atender la inmigración, ante los 24 millones de trabajadores necesarios hasta 2053 para sostener las pensiones; o ayudar a la paz en Ucrania garantizándola en Europa porque al otro lado no está Gandhi, está Putin. Política real.
En Cataluña se abandonan los dilemas irreales. Los independentistas ni traen el Estado propio ni gestionan la sequía. Y la derecha descarta recurrir la amnistía al Constitucional, ¿será por sus expectativas de dialogo con Junts a medio plazo? Bueno sería ese diálogo y otros. El marco común de colaboración en democracia permite los cambios de poder con sosiego. Illa lo ha visto y ha devuelto la política a la realidad, a lo que importa.
Constitución y educación para construir el sentido de colectividad. Porque, a riesgo de ser acusada de buenismo, «el perdón libera el alma y disipa el miedo» (N. Mandela). Por eso es un arma tan poderosa.
Ignatieff, flamante premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales lo expresa mejor que nadie: «El riesgo de la democracia son las personas que se sitúan al margen de lo constitucional». Qué oportuna la lectura de 'Fuego y Cenizas. Éxito y Fracaso en política'.
Parece que fue ayer cuando el presidente ZPedro nos dirigía una carta desgarradora donde planteaba su posible dimisión por un supuesto bulo sobre su esposa que nunca desmintió ni denunció. Por supuesto, tampoco dimitió. Alguna militancia atribulada y un Comité Federal del PSOE cuyos miembros parecían salir de un rito de ayahuasca le hicieron cambiar de idea. En cinco días, repóquer.
Salvador Illa, ganador de las elecciones catalanas, parece un hombre tranquilo y alejado del tono vocinglero y faltón tan de moda entre nuestros dirigentes políticos. Está por ver con quien juega esta timba que no sólo afecta a la gobernabilidad de Cataluña. También a la convivencia entre españoles. Por ahora, y siguiendo la moda epistolar de su jefe en Moncloa, sólo ha publicado una carta nebulosa y un pelín raposa donde expresa su deseo de llegar a acuerdos sin precisar con quienes. Una variante de buenismo impermeable que permite decir mucho sin mojarse en nada. Habrá que esperar si en las elecciones europeas llueven chuzos o votos. Como decía Zapatero: «El mejor destino es el de supervisor de nubes…».
Prestemos atención a los naipes que despliegue Sánchez en su comparecencia de hoy en el Congreso. Habiéndose producido a petición propia no dejará indiferente a nadie. El tahúr del Manzanares es un as de la interpretación. Nosotros, mientras tanto, seguiremos pagando la partida.
Os recuerdo, queridas, que el embrollo tiene su origen en la personalísima necesidad de Sánchez de alcanzar y conservar a toda costa el estatus monclovita. El enredo tiene de todo. Ahí conviven el engaño al votante, el calendario electoral endemoniado, los pactos postelectorales secretos y el teatro. Lo suyo es puro teatro. Sigue la letra del bolero …igual que en un escenario/ finges tu dolor barato… que evoca –no me digan que no– a la performance de los cinco días de retiro que va desde la publicación de su carta hasta la visita exprés a la Zarzuela con intención de burlar a todos hasta el último momento. A todos. A los habitantes de las dos partes de su muro, incluido su núcleo duro, a sus pocos afortunados amigos que viajan en cohete y a los que pedalean a duras penas en una vieja bicicleta.
Las promesas electorales incumplidas no desaparecen el día que se traicionan. El incumplimiento es continuado; se incumple con los votantes cada día que se falta a la palabra dada. Por tanto, la amnistía, la eliminación del delito de sedición, el pacto con Bildu o los indultos son un engaño prolongado de Sánchez a cada ciudadano que confió. Y alguno volverá a confiar a sabiendas.
Estos compromisos incumplidos han ido salpicando las sucesivas elecciones municipales, autonómicas, vascas y catalanas. Y los que afectan a pactos postelectorales, referéndum o autodeterminación en Cataluña acechan a la vuelta de la esquina del 9 de junio, no sea que se descubran antes y le compliquen la campaña electoral.
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