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Las fundadoras del foro de debate EnClave opinan sobre lo que representan estas fechas para cada una de ellasy lanzan, a la vez, sus propuestas para afrontar con buen ánimo el cambio de año
Adiós a MacGowan. Su himno Fairytale of New York cantaba desengaños de emigrantes irlandeses: era Nochebuena nena, en una celda de borrachos. Sí. Parece que vivimos en celdas de un mundo borracho que baja hacia arriba y sube hacia abajo. Grandes avances y hambre, desigualdad, guerras, soledad. Píldoras que necesitan mucho azúcar para pasarlas mejor, querida M. Poppins.
Más allá de la fe o la justicia, hay verdades que ... se clavan en la retina y nos revuelven la conciencia. El mar se traga las voces del hambre. Una presa en Irán, Mohammadi, no puede recoger su premio de Paz. La Tierra Santa es tumba de santos inocentes. Y en la soledad de jardines de pago, cuando el mundo funciona a escondidas, ancianos esperan a quien no llegará.
En la cena familiar, con las sillas multiplicándose como los panes y los peces, usaremos lentillas de colores para hablar de la vida. Y como entre los pucheros anda el Señor, según Teresa de Ávila, y los tenedores y las cucharas han hecho más por la reconciliación del mundo que las bombas y cañones, disfrutaremos del jaleo entre bailarinas y turrones.
Sin caer en la melancolía, nos emocionan los juegos navideños. Unos desde la delicadeza de lo íntimo. Otros desde la fe. Mi Navidad íntima es mi madre sin estar y el aroma de su cocina a caracoles en salsa. Es la pérdida de la voz más amada y la añoranza de su figura tan alta. Es el abrazo de una carita redonda que me cura con su joven mirada.
Y no hace falta ser ateo o creyente para jugar a este juego. La fe y la esperanza nacen de la misma necesidad: la de querer y que nos quieran. ¡Es Navidad!
Ñoñez mezquina es el estado en el que acabarás 2023 si no pones límite al bombardeo de información y estímulos que te rodean en estos días. No sucumbas a la frustración de no haber hecho lo que te propusiste en enero. Si no has ido al gimnasio, mejoraste tu dieta ni aprendiste inglés, no hagas drama. Tampoco realizaste ese viaje que planeaste ni has visto mucho a tus amigos o a ese familiar del que solo te acuerdas cuando te lo encuentras por la calle.
No te victimices ni añadas zozobras superfluas a la maldad que el mundo nos sirve cada día. No vivimos en Ucrania ni en Gaza. Las luces que deslumbran nuestras noches no anuncian destrucción ni barbarie. Solo son fuegos artificiales. Esa es nuestra suerte, recuérdalo.
Con salud, trabajo, libertad y las buenas o malas compañías que hayamos elegido tenemos un presente, que no es poco. Vívelo y no te pierdas en nostalgias de lo que no hiciste o en ensoñaciones del incierto porvenir.
Tus pasos de felicidad no son los zapatos de esa tienda, tus alas no se componen de huevo hilado, tu paz mental quizá prefiera ese estado que la modernidad denomina ROMO (Relief of Missing Out), el alivio de ignorar algunos acontecimientos. Desconocer y desaprender lo inútil también ayuda a saber lo que depende de nosotros para alcanzar lo que los filósofos estoicos definieron como «vida digna de ser vivida». Sin olvidarse de nadie.
¿Mi propuesta navideña? Poner cabeza y pantallas en 'modo avión', pasear naturaleza y mucho, mucho presente recordando aquellos versos de Ángel González: «Te llaman porvenir porque no vienes nunca».
Otra vez diciembre. Que coincidan la Navidad y el cambio de año en menos de 15 días convierten diciembre en un mes fetiche, en el que hay tres cosas que parecen imprescindibles: hacer repaso de lo recién vivido, ser feliz y tener propósitos para el año nuevo.
Más allá de creencias, ¿quién no se ha visto repasando este ritual estos días, aunque sea de forma fugaz, por eso de no acusar demasiado el golpe si no pasamos el examen de forma holgada? No haber hecho lo correcto, no tener razones para ser moderadamente feliz o no tener metas claras para el corto plazo es como pasar de curso con asignaturas pendientes.
Pasado, presente y futuro, como los fantasmas que visitaron al Mr. Scrooge de Dickens para acompañarle en ese viaje por su conciencia. El cuento de Navidad por excelencia, que curiosamente no se centra en el nacimiento de Jesús, pero sí en los valores cristianos de la bondad, el amor y la solidaridad.
Lo religioso y lo pagano maridan bien en el mes de diciembre. Así ha sido al menos hasta ahora. Cruzo los dedos –costumbre de origen cristiano, dicen– para que también en 2023 tengamos un final de diciembre sin bandos ni enfrentamientos y podamos cantar un año más a Mecano en la Puerta del Sol, sin que suene a cuento eso de los españolitos hacemos por una vez algo a la vez, la mítica canción navideña española, junto a las mil campanas de Alaska, que suenan en mi corazón. Mucho mejor que Mariah Carey, válgame Dios.
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