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Un mundo en paz soñó Jimmy Carter. Murió sin verlo. Trump defiende las armas como derecho y anuncia cierre de mercados, un mundo defensivo, y ... el control de las estrellas. Los equilibrios tras la Segunda Guerra Mundial se rompen a galope. Rusia invade violentamente Ucrania. Israel bombardea paritorios en Gaza mientras llega una tregua. Trump se estrena con presión militar contra Groenlandia, territorio de un socio europeo de la OTAN y sentando a los tecnomagnates en su gobierno. Soplan vientos huracanados tan fuertes que Hollywood arde sin control: para Trump el planeta solo es un globo grande.
En Europa la ultraderecha crece como la hidra de Lerna, aquella serpiente mitológica de colmillos afilados y veneno letal. La democracia corre peligro. El beneficio que para Europa suponía la globalización está en riesgo y el paraguas protector de EE UU se cierra. El viejo continente, añorado por los pobres del Sur, no podrá dar respuesta a la inmigración cebándose la xenofobia con ella.
Los «vientos del Este anuncian niebla gris» canta Rusia cual si fuera Mary Poppins. Y los del Oeste «abrirán las puertas del infierno» clamó Trump amenazando con su política exterior expansionista en América y de confrontación con Europa. El cambio extraordinario del mundo es evidente, «la cuestión es si ocurrirá en mesas de negociación o en campos de batalla» (International Crisis Group).
Ante el desorden mundial que acecha los europeos no podemos soñar el futuro, ¡hay que pelearle! Y a mi admirado E. Hemingway, que escribió: «Nunca sabes por lo que luchas hasta que mueres», cantarle lo de Ketama: «No estamos locos, sabemos lo que queremos».
Según muchos expertos en geopolítica, al mundo le aguardan tiempos convulsos con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca. No digamos a la vieja Europa, cada día más irrelevante en ese guiñol global donde un mandarín comunista, un zar tirano, un teócrata iraní y un sheriff retornado repartirán mamporros y zanahorias a escala planetaria. Está por ver cómo será la vuelta del abusón al patio del colegio. Para empezar, cuenta con el respaldo contundente de los votos y el apoyo decisivo de los rasputines tecnológicos con Elon Musk en su gobierno y enredando en políticas ajenas. Pero quizá lo más preocupante es que Trump ya es dueño absoluto de su propio partido y los contrapesos institucionales que podrían influir en sus decisiones como el Senado, la Cámara de Representantes y el Tribunal Supremo.
A los cornúpetas que asaltaron el Capitolio se les suma esa patrulla canina, sin Perro Xanxe, que siembra Europa de un populismo donde la lógica de la razón y las libertades perecen frente al avasallamiento de los impulsos y del dinero.
Quienes dudan de que Trump cumpla sus nuevas bravuconerías deberían plantearse que hoy tiene menos motivos que nunca para renunciar al liderazgo narcisista, provocador y falto de empatía que tan buenos resultados le han proporcionado. De la lista de invitados a su toma de posesión ya podemos hacernos a la idea del hueso que nos darán a roer. Nuestra libertad consistirá en elegir la salsa en que seamos devorados.
En España, mientras tanto, seguimos ocupados en hacer Historia sin historiadores. Mirando el futuro con los ojos en la nuca.
AElon Musk le ha estallado un cohete. Se lo ha tomado con humor. No ha llegado a decir que son fuegos artificiales para celebrar el inicio de mandato de su amigo Trump, pero casi. Y el evento no es para menos. Es el pistoletazo de salida del nuevo año que va a condicionar todos los movimientos del tablero en el panorama internacional.
Trump es la antítesis del bienqueda. Ante un mandatario tan poco amigo de la diplomacia, a Europa no le queda más remedio que reforzarse como continente.
Bien pensado, Trump puede convertirse en el revulsivo que Europa necesita para ofrecer mejores respuestas a los deseos de una inmensa mayoría de europeos, que llevamos tiempo pensando que es imperativo recuperar liderazgo en materia de industria, comercio, cultura o tecnología. Make Europe Great Again!
Y ¿en España? ¿Qué nos deparará 2025? Parece que mucha política y poca gestión. De momento, el año se ha estrenado con la amenaza de chichinabo de Puigdemont de romper la baraja. Las peleas de Pimpinela eran más creíbles, francamente. Uy, sin haberlo preparado me ha salido un adverbio que desentierra a otro personaje del año, gracias al calendario de anti-homenajes por el 50 aniversario de su muerte.
En fin, que si Junts ha descartado apoyar una moción de censura, nuestro 2025 pivotará entre Franco y eso que Sánchez se ha propuesto a toda costa negociar y que no son los presupuestos. Es su impunidad, o sea, los votos para sacar adelante la Ley Begoña. Qué país, que diría Forges.
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Ana del Castillo
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