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Metidos en plena campaña electoral llega el momento de escuchar todo tipo de mensajes de nuestr@s polític@s aunque, como casi siempre, muchos programas llegan a última hora y ciertas propuestas de aumento de gasto no se sabe bien cómo se pagarán ni son ... creíbles bajadas de impuestos así por así. En todo caso, tampoco se nos altera nuestra vida cotidiana por ello, pues muchas veces tenemos la sensación de que como votantes sólo se acuerdan de nosotros cada vez que hay elecciones.
Uno se levanta por la mañana, se toma su dosis de café diaria y antes de zambullirse de lleno en este mundo frenético e incierto, recibe información de diferentes medios. En mi caso particular dedico media hora a leer el Diario Montañés. Es ese rato que todos tenemos la oportunidad para dedicárnoslo porque nos lo merecemos. Pues bien, el otro día precisamente estaba leyendo otra nueva entrega de varias encuestas electorales y pensé que eso certifica el empoderamiento de las mismas como ese piloto que está al volante de la mancomunación de las preferencias que señalizamos los votantes. Y es que las encuestas son sólo eso, aunque reflejan tendencias y expresan sentimientos de muestras de electores representativos que anuncian a modo de 'spolier' ese momento en donde depositaremos nuestro voto en la urna. Por eso, los polític@s las aman y las desdeñan como ese hincha de un equipo de fútbol que sigue defendiendo que el gol era válido aunque el VAR haya demostrado que era fuera de juego. Así, el día después de las elecciones unos dirán que han dado la sorpresa quedando por encima de las encuestas y otros dirán todo lo contrario.
Durante un tiempo las encuestas en esta era digital de fake news habían sido olvidadas habiendo ganado peso otro tipo de actividades como el número de actos electorales, tuits o fotos en redes sociales. El resurgir de las encuestas supone que tengan una buena base (aplicándose técnicas de inferencia estadística) e incluyan a todo tipo de votantes, es decir, a los que tienen (o no) redes sociales, a los que ven (o no) los debates, etc.
Ello supone asumir riesgos al elaborarlas e interpretarlas pues elementos como la cuestión territorial o el 'de lo mío qué va a pasar' determinarán la decisión de mucha gente más allá de aquellos que pase lo que pase tienen desde hace tiempo decidido su voto. Además, se da una curiosa circunstancia pues ya saben que nada es casualidad y es que esta vez de cara al 10-N de los temas que afectarán a nuestro bolsillo, es decir, de la economía, se está hablando poco aunque sea una de nuestras principales preocupaciones según el CIS.
En todo caso, no perdamos de vista los últimos datos tanto de la Encuesta de Población Activa (EPA) como de la Contabilidad Nacional pues certifican dos cosas: una, que no todo el crecimiento económico se está dedicando a crear puestos de trabajo; dos, que como resultado de lo anterior, la productividad interanual es de nuevo positiva. Ello supone que las encuestas no están reflejando aún algo que va tocar gestionar al que logre formar gobierno y es que el paro volverá a ser la primera preocupación de los españoles (tengamos en cuenta que como ciudadanos conocemos las variaciones del empleo el primer día de cada mes pero dicha información se nos podría proporcionar en tiempo real cada día). Volveremos a vivir algo que muchos recordamos: la desaceleración económica.
Las últimas investigaciones sobre elección colectiva muestran que en todo caso debemos fijarnos en el caso de las encuestas en su margen de error según su ficha técnica y otros elementos (tamaño muestral, método de muestreo, si es telefónica, experiencia de los encuestadores, proximidad a cita electoral, etc.). En unos días sabremos si las encuestas confirman o no si están al volante de las tendencias que nos mueven en nuestra decisión de voto. Y es que las encuestas trazan muchas de las propuestas que los partidos nos hacen antes de que acudamos a votar. Además, el comportamiento de los indecisos sigue siendo un territorio poco explorado pudiendo en este caso ser la clave de estas elecciones junto a que, como la petanca, muchos juegan a ni pasarse ni quedarse cortos. Todo es cuestión de tener paciencia.
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