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Con el mero deseo de puntualizar algunas afirmaciones publicadas estos días sobre la aprobación por el Vaticano de las apariciones de la Virgen en Medjugorje y el suspenso o cuestionamiento de las de San Sebastián de Garabandal, conviene tener claro lo siguiente:
1.- Ni el ... Dicasterio para la Doctrina de la Fe ni el Vaticano se han pronunciado sobre Garabandal. La reciente declaración oficial aprobada por el Papa se refiere tan sólo a Medjugorje, a quien se otorga el 'Nihil obstat', conforme a la nueva normativa sobre apariciones. Se autoriza su culto público, a pesar de ciertos aspectos negativos y sin reconocer el carácter sobrenatural de las apariciones, en función exclusivamente de los frutos espirituales que las peregrinaciones a ese lugar bosnio producen en numerosas personas de todo el mundo.
2.- La razón de afirmarse que Garabandal, por el contrario, ha sido rechazado no es otra que la locuacidad (muy de agradecer) de Monseñor Tucho Fernández, prefecto de ese Dicasterio, quien, al presentar ante los periodistas el pronunciamiento sobre Medjugorje, accedió a contestar con franqueza a las preguntas inevitables sobre el caso de la aldea cántabra, haciendo dos tipos de consideraciones: por un lado, recordó lo ya sabido, esto es, que el Vaticano posee los informes del Obispado de Santander de los años sesenta y ochenta en los que se concluyó que no constaba que fuesen hechos sobrenaturales (ojo, no que constase positivamente que no lo son), informes o juicios a los que Roma no juzgó oportuno enmendar ni supervisar. Y, por otro lado, se permitió un juicio somero, más bien una apreciación personal acerca del caso: Garabandal encajaría en el supuesto 'Curatur' de las nuevas normas: el de las apariciones o fenómenos que, por su problemática, no se deben proteger ni fomentar, sino sólo aprovechar, orientando a los peregrinos que allí van para que sean buenos católicos y se olviden de fenómenos maravillosos. Apreciación que acompañó de un comentario tan desdeñoso como sorprendente: «Garabandal no es asunto que interese demasiado en la Diócesis, aunque llegan algunos peregrinos [sic] de ciertos lugares».
3.- El prefecto del Dicasterio Vaticano ha manifestado también que, en todo caso, corresponderá al actual obispo de Santander revisar el juicio de sus antecesores, 'in peius o in meius' (para mejorarlo o empeorarlo) si considera que se dan elementos que puedan hacerlo preciso.
Por tanto, estamos exactamente igual que estábamos. Sólo que ahora está más claro que nunca que la pelota está en el tejado del Sr. Obispo, quedándonos sólo por saber si éste, ignorando las evidencias de que las comisiones que estudiaron en su día el caso no hicieron precisamente un trabajo honesto, persistirá en la actitud de los anteriores y hará oídos sordos a los miles y miles (mucho más que 'algunos') de personas de todo el mundo que han hallado en los fenómenos marianos de San Sebastián de Garabandal una señal inequívoca y un impulso extraordinario para volver a la fe o para profundizar en ella, en línea de la más estricta fidelidad al Magisterio de la Iglesia.
Y una última puntualización. Entre los aspectos negativos que el Prefecto ha resaltado en el caso de Medjugorje no se menciona su ecumenismo rayano en el sincretismo, pero sí el tono de reprimenda o amenaza de sus mensajes, no muchos, la verdad. Y es que Medjugorje no se caracteriza por su profetismo, al contrario que Garabandal, que está en la línea de Fátima y de tantas otras apariciones reconocidas. El profetismo es la manifestación carismática de la autocrítica en la Iglesia. Negar u ocultar esa manifestación tiene como efecto natural la repugnancia de tantos católicos actuales a toda idea de castigo divino. Pero si se rechaza tal idea, si se piensa que los males que afligen a la humanidad no tienen nada que ver con la necesidad de corregir nuestro rumbo, el catolicismo de hoy se ha convertido en una religión esencialmente distinta a la que fue siempre.
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