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Entre los motivos por los que mucha gente se va alejando de las salas de cine, creo que no debe subestimarse el hecho de que una mayoría de las películas que hoy se proyectan versen sobre hechos reales. Es un fenómeno similar al del auge ... de las novelas históricas o de investigación. Se hace ese tipo de cine o se escribe ese género de narrativa porque su supone que el público quiere dos cosas por el precio de una: que le entretengan con una historia bien contada y que le informen sobre algo verdadero, que ensanche su saber. Ocurre, sin embargo, que esa doble ganancia a muchos nos suele dejar fríos, porque sabemos que el cineasta y el novelista, en su pretensión de ofrecer un producto artístico, por más que trabajen con respeto a los datos reales, se despeñan inevitablemente por el precipicio de la subjetividad, cuando no por el de la tendenciosidad, y la obra resultante oculta mal su apaño, su textura de medias verdades, que, como todo el mundo sabe, son las peores mentiras.
Total, que, si quiero ver una película reciente, hace tiempo que sólo elijo alguna que sea de pura ficción, para ahorrarme el consabido fraude. Pero, casi por azar, esta Navidad hice una excepción con la 'Sociedad de la nieve' de J. A. Bayona, sin que a priori me interesara mucho el caso de esa tragedia de los Andes y de sus muy encomiados supervivientes. Las críticas eran del todo positivas y ocurrió que, por una vez, salí del cine satisfecho de haber visto una historia real convincente y bien contada, pese a su prolijidad y a cierto monotematismo del guion. Una película muy bella, muy emocionante, y que me deparó la sorpresa de que no se eludiera, sino todo lo contrario, el aspecto religioso, la fe agónica de algunos de sus supervivientes, que bien podría decirse en este caso que 'movió montañas'.
Y, puesto que estas películas de 'non fiction', si para algo bueno sirven, es precisamente para debatir cuestiones de interés social, político o moral, aprovecho para decir que, aunque no quepa considerar milagro, en sentido estricto, que ese grupo de jóvenes lograra salvar la vida en circunstancias tan insufribles como aquéllas, sí que es un caso auténtico de providencia extraordinaria de Dios o, más exactamente, de intercesión de la Virgen María, por el poder de la oración de algunos de los héroes y, sobre todas, de muchas de sus madres.
Pero lo que el film no cuenta y el espectador no sabe, aunque debería saber (al menos quien sienta una pizca de orgullo montañés), es que la Virgen a la que invocaron aquellas madres uruguayas con fe inquebrantable fue la Virgen de Garabandal. Era el año 1972, una década después de las apariciones, y tales mujeres nunca habían oído hablar de ella. Por ciertos caminos misteriosos alguien supo convencerlas para que la invocaran y así lo hicieron durante sesenta y tantos días, esperando contra toda esperanza. Y la Virgen de Garabandal se lo concedió. Es un hecho documentado, declarado y nunca desmentido por las protagonistas.
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