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Los titulares de la última semana señalaban que «El Parlamento aprueba la Ley de Simplificación Administrativa de Cantabria, el revulsivo que la comunidad necesita y ... por el que estaba clamando». A la vista de las reacciones, ese titular tiene razón.
Los empresarios –que hemos sido los primeros y los que más hemos reclamado la agilidad administrativa y la simplificación de la burocracia– debemos estar legítimamente orgullosos de una buena parte de lo que la nueva ley contempla: es una vieja aspiración que va a ayudar a que seamos más competitivos y más ágiles en un nuevo marco de relación con la administración que debería ser mas simple, mas colaborativo y más positivo.
Hay tres aspectos que me gustaría subrayar de esta nueva ley. El primero es que se trata de una ley que beneficia a todos los ciudadanos de Cantabria en sus relaciones con la administración. Se nos trata como personas con derechos y no como sospechosos que solo tienen obligaciones. La relación que se establece desde ahora se basa en la confianza y no en el recelo. Se busca trabajar desde la cooperación y no desde la obstrucción o el conflicto. Porque la administración no es un juez sino un servidor y su misión no es poner trabas, sino ayudar y facilitar.
El segundo aspecto tiene que ver con la unidad. Esta ley es un triunfo de la sociedad civil que se ha puesto de acuerdo en reclamar lo que en la calle es la normalidad de las cosas y que en ocasiones nuestra clase política se empeña en no ver o en mirar al revés. Los empresarios de todos los tamaños, de todos los lugares, de todas las actividades y de todas las asociaciones nos hemos unido para reclamar –y también para facilitar, negociar, consensuar y ayudar– lo que esta ley consagra: que las cosas se pueden hacer mejor, de otra manera y desde la confianza y la buena voluntad. A este objetivo se han unido muchas más personas, otras entidades y asociaciones que buscan lo mismo: dar normalidad y sentido común a lo que en otros lugares ya lo es… ¿Por qué aquí no debería ser así?
Una tercera reflexión me lleva a reprochar a la clase política su alejamiento de la vida real, de lo que realmente importa y preocupa a los ciudadanos; aquellos asuntos que forman parte del día a día de los cántabros. Parece que vivamos en dos planos paralelos que nunca convergen, mundos con prioridades diferentes que nunca se cruzan. Los empresarios, al igual que el resto de los ciudadanos, no entienden el retraso en los asuntos que son evidentes y urgentes, ni la discusión pública permanente sobre temas que nada tienen que ver con las preocupaciones reales, en esa especie de esgrima infantil de eslogan y titular vacíos de contenido.
De la nueva ley, los empresarios nos quedamos con lo central, lo importante, lo que nos afecta porque facilita claramente la atracción de inversiones y permite que los proyectos se gestionen con más agilidad, simplicidad y garantías: la nueva norma consagra la reducción de trámites y cargas, la reducción de los plazos de resolución y la eliminación de la exigencia de aportación de documentación duplicada o innecesaria. También se generaliza el silencio positivo y se establece la obligación generalizada del uso de las declaraciones responsables. La nueva ley reduce los plazos de los procedimientos y establece, entre otras cuestiones, la gestión coordinada de los mismos. ¿Magia? No, sentido común.
Queda por delante un trabajo duro e intenso. El objetivo está claro y los beneficios que aporta esta nueva ley a la gestión burocrática son evidentes. Me queda la incógnita de saber si todos aquellos que tienen que ponerla en práctica lo ven de la misma forma; si todos los que deben facilitar las gestiones tienen interiorizada la filosofía de la nueva ley; si quien hasta ahora ha trabajado con plazos infinitos, gestiones inacabables, peticiones inexplicables y requerimientos caprichosos va a tener la misma visión y determinación que quienes hemos peleado desde el minuto uno por que esta forma de hacer las cosas salga adelante.
Nos jugamos mucho con el nuevo marco que ha creado la Ley de Simplificación Administrativa y espero que todos estemos a la altura de lo que los cántabros reclaman y nuestra tierra se merece.
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