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Cuando se publique esta columna es posible que ya esté dicho prácticamente todo sobre el último problema de los trenes de Cercanías de Cantabria. Es posible que incluso ya se hayan corregido las medidas de las futuras unidades ferroviarias que recorrerán los vetustos raíles de ... la cornisa cantábrica. Un trazado que realizó la Compañía del Ferrocarril Cantábrico, allá por 1889, uniendo Torrelavega con Cabezón de la Sal y, posteriormente, Santander con Torrelavega, inaugurándose este ramal en 1895. No ha llovido ni nada desde entonces.
A finales del siglo XIX unos empresarios cántabros con visión de futuro y unos abnegados trabajadores –entre los que estaba mi abuelo materno– decidieron construir la línea ferroviaria que durante décadas vertebraría nuestro territorio y, a día de hoy, continúa haciéndolo con más problemas que aciertos. Pero ahí sigue y es nuestra obligación, pertenezcamos al partido que pertenezcamos, defendamos la ideología que defendamos, mantener a toda costa este medio de transporte y convertirlo en un ferrocarril moderno y competitivo para afrontar con dignidad nuestro futuro.
Como he dicho antes, cuando usted lea esto probablemente el problema de las medidas ya estará solucionado y el Gobierno central habrá prometido acelerar el proceso para que llegue a nuestra Comunidad Autónoma lo antes posible alguno de los nuevos trenes.
Sin embargo, atisbo otro problema. En esta breve exposición he insistido en la antigüedad del trazado, más de 130 años. Una infraestructura pensada para máquinas de vapor que se ha ido parcheando para adaptarse a los automotores diésel MAN o las locomotoras Alsthom pero que, a pesar de los pesares, sigue acumulando años y, consecuentemente, obsolescencia.
¿Nos vamos a quedar solo con el cambio de trenes? ¿No nos preocupa qué pasará cuando éstos se queden de nuevo antiguos? Porque va a suceder y en ese momento el problema será más grave por los futuros avances tecnológicos que serán inaplicables sobre una infraestructura de dos siglos de antigüedad.
Cantabria necesita que el Estado planifique un calendario de obras para mejorar el trazado de nuestras vías, nuestras estaciones y ampliar nuestros túneles, que no son tantos. Si esto no se hace, dentro de 40 años volverá el problema agravado porque habrá trenes tecnológicamente más avanzados que serán incapaces de ofrecer las prestaciones futuras en una infraestructura arcaica. En resumen, Cantabria verá circular trenes del siglo XXI por camberas, sin poder aprovechar todas sus prestaciones.
Es raro decir esto cuando nos encaminamos a la vorágine de las elecciones, pero por encima de esta cuestión, yo reivindico el diálogo como herramienta imprescindible para conseguir la unidad social y política que demanda la ciudadanía para llegar a un acuerdo con el Estado que permita mejorar las condiciones del ferrocarril en Cantabria. Nuestro futuro está en juego.
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