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Hace setenta y ocho años de la destrucción de una ciudad emblemática como era la Florencia del Elba, Dresde, capital de Sajonia. La noche del martes al miércoles 13-14 de febrero de 1945, los bombarderos británicos y estadounidenses destruyeron una de las bellezas de ... Alemania. A las 21.50 de aquel martes de carnaval, las sirenas sonaron de manera atronadora. Noche clara y sin nubes. Sus habitantes corrieron a refugiarse en los sótanos, en los escasos refugios existentes y búnkeres disponibles. Como consecuencia de ese desastre murieron más de 25.000 personas. La Frauenkirche, Iglesia de Nuestra Señora, era un templo luterano de estilo barroco impresionante y precioso. En un viaje a Dresde, en 2008, ver reconstruida dicha Iglesia junto con la ciudad era una magnífica maravilla.
De otra parte, la invasión de Rusia a Ucrania comenzó también el 24 de febrero de 2022. Un año de conflicto en que nada se ha conseguido, ni un alto el fuego ni mucho menos unas condiciones para la paz. El número de fallecidos, sin dar cifras militares, asciende a 42.000; los heridos son más de 55.000; desaparecidos sobrepasan los 15.000; los desplazados y los refugiados alcanzan los 15 millones, de ellos 8 millones han salido de Ucrania como refugiados y los desplazados dentro de sus fronteras superan los 7 millones.
La destrucción total del país llega al 45% de la estructura energética. La cifra más verosímil puede ascender a los quinientos mil millones de euros, de los cuales cien mil millones, aproximadamente, corresponderían a infraestructuras. No creo necesario poner más datos sobre la mesa. Es preciso frenar tal barbarie y llegar a un acuerdo de paz satisfactorio para las partes. Es necesario que el papa Francisco realice un viaje apostólico para sentar a todos a dialogar.
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