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Son muchos años del conflicto abierto entre Israel y Palestina. Hunde sus raíces ya en el siglo XIX. Sus orígenes no tienen componente religioso, sino más bien consecuencia de todo el proceso llevado adelante por el movimiento sionista. Sus expectativas se orientan hacia una postura ... colonial, marcadamente nacionalista y con un ideario político. A partir de 1896 dicho término es asumido por Theodor Herzl. Fue un periodista judío que había nacido en el antiguo imperio Austrohúngaro, una de las potencias centrales junto a Italia y Alemania. No obstante, más allá de que el sionismo no se fundamentaba en cuestiones religiosas, recogió dicho elemento como manera de reclamar la creación de un Estado judío. Este giraba dando vueltas para encontrar un lugar apropiado como Kenia, Mozambique, Congo, Uganda, Madagascar, Chipre, Argentina o la Península del Sinaí.
Al final los ojos fueron a pararse en Palestina. Los judíos se habían instalado allí desde la salida de Egipto de la mano de Moisés. La cuestión religiosa entraba de lleno en el tablero político, sin pensar demasiado, puesto que sus líderes sionistas eran ateos o, en el mejor de los casos, no creyentes. Un argumento que fallaba por su base. Tras la Primera Guerra Mundial, el tablero social y el entramado colonial cambió ostensiblemente. Las potencias centrales al perder la guerra reubicaron todos sus espacios colonizados. Los territorios ocupados por Alemania fueron repartidos entre Gran Bretaña y Francia. Éstas, a su vez, habían necesitado del mundo árabe su concurso para ganar la conflagración. Les ofrecieron la independencia a todos ellos dentro del conglomerado regional de Medio Oriente. Los occidentales dividieron toda la vasta zona en dos sectores bajo su influencia en forma de mandatos. Por una parte, Francia se quedaba con Siria y Líbano; por otra Gran Bretaña con Irak, Jordania y Palestina, ambas con salida al mar Mediterráneo.
La situación fue deteriorándose progresivamente en Palestina ante la masiva colonización y por el hecho de que Gran Bretaña accediera a lo recogido en la Declaración del Balfour de 1917, que no era otra cosa que construir un hogar nacional para el pueblo judío, en Palestina. Tras la Segunda Guerra Mundial y el drama del holocausto judío, las sensibilidades estaban a flor de piel. El descubrimiento de los infaustos campos de exterminio a medida que se liberaba Europa provocó un mayor incremento de la postura pro-judía de tener su propio Estado que configuraba la nación.
A partir de 1946, Gran Bretaña cedió el conflicto a la ONU. Las demandas sionistas fueron apoyadas por ella y Estados Unidos. La situación se desgarraba ante las exigencias árabes que exigían sus derechos y el problema judío de Palestina. Ante los hechos cada vez más alarmantes, el 29 de noviembre de 1947 la ONU tomó la decisión de votar definitivamente la partición del territorio palestino por medio de la famosa resolución 181 que aprobaba la división en dos Estados: uno judío y otro árabe con un régimen internacional para Jerusalén. Dieron el 55% del territorio a los judíos, pese a ser la población mayoritariamente árabe –entre musulmanes y cristianos era de un 90%, dentro del 45% restante, pues la población judía no llegaba al 10%–. Tras la guerra de 1948, con la creación unilateral del Estado de Israel el 14 de mayo de dicho año a manos de David Ben Gurión, el líder del Consejo Provisional del Estado de Israel proclamó la independencia.
Esta proclamación fue un hito significativo en el establecimiento del Estado de Israel. La proclamación ocurrió después de que el Mandato Británico de Palestina llegara a su fin y fue seguida por la guerra Árabe-Israelí de 1948, un conflicto regional sobre la legitimidad del Estado de Israel. A pesar de controversias y conflictos, esta proclamación estableció a Israel como un Estado independiente y marcó un punto de inflexión en la historia del Medio Oriente. La creación unilateral llevó al primer conflicto armado entre árabes y judíos y trajo como consecuencia los cambios violentos en el territorio con la expulsión de los palestinos de sus tierras. La mayor parte pasó a ser población refugiada. Desde ese momento los palestinos no tienen patria. Nadie ha podido regresar a sus hogares hoy en día. Han sido ya cuatro guerras 1948, 1956, 1967, 1973 y dos intifadas de 1987 a 1993 y de 2000 a 2005. ¿A qué nos enfrentamos con la situación actual? ¿Qué se debería hacer de una vez por todas? ¿Podemos buscar una solución? Preguntas difíciles de contestar. Son muchos los intereses volcados en esta jugada de ajedrez. De momento, alcanzar un alto el fuego y el cese de las hostilidades. Para ello es necesario una altura de miras, para comenzar.
Es preciso sentarse a dialogar entre todos. Sé que es difícil, pero nos va en ello la paz no solo para la región de Oriente Medio sino para todo el mundo. Son ya muchos los lugares en conflicto armado y el desarrollo de la zona solo se podrá alcanzar con voluntad política entre todos los implicados. Sería una mayor implicación de los países árabes para ayudar al pueblo palestino. ¿Por qué ningún país árabe acoge en su seno a los palestinos? Esto no es solo problema de una parte, Israel, EE UU, Gran Bretaña y la Unión Europea, sino también de Egipto, Jordania, Siria, Irak, Irán, Arabia Saudí, Catar, Baréin, Kuwait, Dubái. Una mesa para la paz que definitivamente deseche la guerra. Evidentemente esto no se consigue con atentados terroristas sobre Israel, condenables absolutamente; pero tampoco vale masacrar a los pobres palestinos de la Franja de Gaza, confundiéndolos con terroristas asesinos. El Estado de derecho, el derecho internacional y la contención han de servir para el futuro. La cuestión religiosa que, por otra parte, está presente junto con la confrontación entre Oriente y Occidente, debiera servir para suprimir todo aspecto de lucha constante.
El diálogo interreligioso necesario hoy más que nunca, hace que las tres grandes religiones monoteístas, llamadas del Libro, judíos, cristianos y musulmanes, busquen respuestas a la realidad que nos toca vivir. Pues todas están implicadas en Tierra Santa. Es necesario que la Santa Sede se implique y busque igualmente las posibles respuestas y aporte su visión para poder esclarecerlo mejor. La cuestión de Jerusalén aparece como tema tabú para las partes implicadas, la internacionalización de la ciudad, decidida en aquella primera resolución de Naciones Unidas, pudiera servir para asentar y fundamentar la auténtica paz. Por esa razón, es necesario el dialogo sincero, preciso, honesto, leal y justo.
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