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Si bien nos hemos hecho eco más de una vez de las dificultades con las que se ven obligados a lidiar los investigadores científicos en España, en esta crisis del coronavirus ha llegado la ocasión de sacar pecho. Y es que nuestro país es ... el primero de Europa y cuarto del mundo en cuanto a ensayos clínicos; en este momento se están realizando en hospitales españoles 58 pruebas con medicamentos aprobados o en desarrollo, casi cuatro veces más que en Alemania, por ejemplo. Aunque debemos reconocer que nuestro país ha sido históricamente una referencia en la realización de ensayos clínicos de nuevos medicamentos; no en vano podemos enorgullecernos de nuestro sistema sanitario, y de una industria farmacéutica que no le va a la zaga.
Es de sobra conocido que todavía no disponemos de la cura para esta enfermedad, pero en este momento se están probando más de 130 fármacos o combinaciones de ellos, la mayor parte ya aprobados, para intentar revertir la situación. Así, hasta diez compañías farmacéuticas están ya realizando investigaciones en España sobre medicamentos potenciales contra el coronavirus, realizando las pruebas y los test pertinentes dentro de nuestro país. Están testando la hidroxicloroquina, ruxolitinib y canakinumab, el sarilumab, el tocilizumab, lopinavir y ritonavir, el defibrotide, el anakinra, y la budesonida. En total, unos 28.000 pacientes participando con el mismo objetivo: poner fin a la pandemia cuanto antes, o por lo menos intentar evitar que siga engordando sus estadísticas al mismo ritmo.
Tampoco nos quedamos atrás en el terreno de las vacunas. Los datos de la OMS constatan que el 30 de abril los proyectos en investigación habían superado ya el centenar. De estas, hay ocho que ya están haciendo ensayos en personas, en fase clínica uno o dos; mientras que más de 90 proyectos están en la fase preclínica, realizando pruebas en animales. En esta fase están dos proyectos españoles muy prometedores.
Este protagonismo de España en investigación clínica puede ser la única salida para ciertos pacientes graves, y es una vía de mejora de la calidad de la prestación sanitaria. Además, tenemos que aprovechar esta posición puntera para atraer inversión internacional al sistema sanitario, de lo que se beneficiarían tanto el país como los profesionales sanitarios, que al participar en la investigación se colocan a la vanguardia científica, y pueden aplicar ese conocimiento a su labor asistencial.
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