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El curso político en el que el presidente Sánchez se dispone a asegurar su continuidad al frente del Gobierno tras las generales previstas en principio para 2023 presenta dos protagonistas principales. El secretario general socialista y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, decidido a ... desalojarle de la Moncloa. Pero junto al marcaje que Vox se vea obligado a realizar respecto al candidato popular, hay un factor que lastra la gobernación del país. La coexistencia en el Ejecutivo de dos opciones electorales que por momentos parecen ser tres. La de un PSOE no siempre en bloque, la de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz tratando de articular una alternativa a su izquierda, y la de un Podemos reticente a conceder a la nominada en su día por Pablo Iglesias el margen de autonomía que demanda. Es muy mala noticia que la legislatura pueda acabar bloqueada a cuenta de la renovación pendiente del CGPJ, porque el PP continúe enrocándose a la espera de que el presidente de la institución y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, resuelva dimitir. Y porque el PSOE mantenga el pulso dando por hecho que, pase lo que pase, así saldrá ganando algo, lo que sea, en la pugna. Pero el estruendo generado a causa de ese litigio, por inconcebible que sea en una democracia institucional con normas tasadas para su cumplimiento, no debe soslayar la persistencia de un ruido de fondo que presenta la coalición progresista como un mecanismo que escora la gobernación de España hacia el lado izquierdo del tablero político a base de empujones ideológicos. A la necesidad que la vicepresidenta Díaz tiene de dejar patente su iniciativa, como en la ya declinada propuesta de instar al establecimiento de un tope de precios de consumo, pueden sumársele a partir de mañana un sinfín de ideas en una subasta interminable. Ello cuando los socios de Unidas Podemos difieren de las consideraciones de Sánchez sobre que la raíz del problema de la inflación y de la crisis energética se encuentre en la guerra de Putin. Cuando PSOE y Unidas Podemos reiteran que están de acuerdo en lo fundamental, y que en todo caso les diferencia lo accesorio, no se atienen a la verdad. Se entienden en lo accesorio y discrepan en lo fundamental. Lo fundamental ahora es que no haya un Gobierno en la Unión Europea sostenido por una fuerza que duda sobre si la agresión del régimen de Putin contra Ucrania lo es realmente, sintonizando en ese punto con todos los populismos que asoman en la UE.
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