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El presidente regionalista del Gobierno de Cantabria ha decidido implicarse personalmente en la concienciación pública a favor de los proyectos eólicos que suponen la destrucción de una extensión de seiscientos kmsª naturales en una Comunidad orgullosa de ser uno de los pulmones verdes de ... Europa y que ha hecho de su medio, emblema de identidad.
Aquel a quien los cántabros sin dudar recurrirían seguros de conseguir la más encendida defensa de su patrimonio natural, el presidente Miguel Ángel Revilla, ha cambiado de bando. Se dedica a la defensa política y personal de una apuesta que supone ceder nuestro territorio natural a una empresa durante 25 años, sin cortapisas, para la instalación de parques eólicos que requieren la instalación de torres de alta tensión, la construcción de carreteras con anchura suficiente para permitir el paso de camiones de 45 metros de largo; la instalación de molinos de más de 162 metros de altura y 145 de anchura de aspas y la colocación de zapatas de hormigón de 100 metros cúbicos.
Todo ello en un entorno natural en el que no se consentiría ni la construcción de una cabaña de piedra.
El presidente que se ganó a los españoles poniendo en valor el patrimonio natural de Cantabria, consciente de su aportación elevada y silenciosa al PIB regional, es el mismo que ha pedido a la plana mayor de su partido la máxima implicación en una campaña en favor del Parque Eólico de La Garma Blanca: un mordisco de cemento en el corazón de la Cantabria verde. Un impacto visual y ambiental equivalente a trasladar las instalaciones de Sniace de Torrelavega al centro del Valle del Miera.
Dice el presidente que «quien no está a favor de las energías renovables no está a favor del futuro» y todos, yo el primero, estamos de acuerdo. Estoy, estamos, a favor de las renovables porque su implantación correctamente gestionada supone respetar el medio natural. Arrasar el entorno valioso que las renovables deben servir para conservar, es como quemar la casa para entrar en calor una noche de invierno.
Sin embargo, el presidente al que muchos agradecimos su disposición a hacer «una guerra personal» frente al fracking, se desgasta hoy a favor de una empresa sin empleados, con 3.000 euros de capital social y un historial cargado de proyectos fallidos y brechas abiertas en otras Comunidades. Una empresa que esta misma semana presumía en público de que uno de los cuatro parques que planea en Cantabria va a crear 10 empleos y a aportar a la Comunidad entre alquileres e impuestos 22.000 euros al mes. Una empresa que, bajo la cariñosa mirada de Miguel Ángel Revilla, trata a los cántabros como aquellos salvajes a quienes los exploradores robaban tierras a cambio de bolitas de cristal de colores de nulo valor.
¿Qué le ha pasado a Miguel Ángel Revilla? ¿Qué le está pasando al PRC? ¿Qué hay detrás de Capital Energy y del proyecto empresarial de La Garma Blanca para que el único partido de la Comunidad, sin compromisos nacionales que le impidan ser tajante en la defensa de los intereses de la Comunidad, esté vendiendo Cantabria y a los cántabros a cambio de nada? ¿A cambio de nada?
Quienes conocemos la indiscutible habilidad política de Miguel Ángel Revilla no podemos creer que esta apuesta radical por la destrucción de los valores que siempre ha ensalzado sea solo un error político. Quienes reconocemos sin que nos duelan siglas la labor que los regionalistas han desarrollado para que la identidad de este territorio fuera valorada, no podemos creer que personas como Francisco Javier López Marcano, Paula Fernández o Guillermo Blanco crean que arrasar la Cantabria Infinita sea una buena idea, ni política, ni económica.
El presidente Revilla parece dispuesto a enterrar en viento su figura política, su legado y a su propio partido. ¿A cambio de nada?
En un momento en el que no hay en España afiliado o simpatizante que no crea que su partido, sea el que sea, debería estar haciéndolo mejor, los regionalistas han desconcertado a sus votantes, a sus cargos públicos y a todos los cántabros con una postura incoherente con su trayectoria.
A punto está La Garma Blanca de convertirse en la kriptonita que acabó con Revilla y desactivó al PRC. Y esto, aunque se lo diga a ustedes un diputado del Partido Popular, no es una buena noticia para nadie.
Porque es ahora cuando todos los cántabros, más allá de las siglas, tenemos la urgente necesidad de unirnos en defensa de lo único que, una vez perdido, es imposible de recuperar. Y si el presidente renuncia a liderar esa batalla, tendremos que unirnos como vecinos. Sin dejar que las diferencias en otros asuntos nos dividan en la lucha por conservar lo único con lo que un cántabro no tiene derecho a negociar. Y hay que darse prisa. Antes de que el viento entierre nuestro futuro.
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