Secciones
Servicios
Destacamos
En estos tiempos que a los niños se les evita tener que ver la muerte de cerca, y se les dispensa de asistir a velatorios, entierros, o misas de cuerpo presente, se nos hace imposible poder contarles a nuestros nietos, siguiendo a rajatabla las instrucciones ... de sus padres, que cuando nosotros éramos niños había entierros de primera, de segunda y de tercera, acordes no con el mucho o poco dinero que se tuviera, sino con la cantidad que a la funeraria se abonase.
Si el entierro era de primera, pues entonces, cruz alzada por el propio sacristán y dos monaguillos con ciriales a cada lado de la cruz procesional, incienso y una carroza fúnebre tirada por seis caballos enjaezados de negro.
Cuando el entierro era de segunda, tres sacerdotes vestidos de dalmática, de incienso nada, aceite e hisopo, y una carroza fúnebre tirada por cuatro caballos.
Pero si el entierro era de tercera, un sacerdote con capa negra e hisopo, y una carroza fúnebre tirada por un caballo más escuálido que Rocinante. Y además, añadido a ese boato, algo que nuestros nietos tampoco conocen: la falta de prisas, por lo cual, se competía en ágapes en intensos velatorios, que se alargaban durante varios días, y en los que los parientes, amigos y conocidos del finado podían arreglar causas pendientes, solucionadas con un apretón de manos, mientras las plañideras, rezando rosarios, lloraban desconsoladamente.
Todo lo contrario que ahora, que no acabas de morirte y ya te están maquillando, y no han llegado aún todas las coronas al velatorio, sin pinchos varios, cuando a toda velocidad te llevan al cementerio a ser enterrado o incinerado, como si llegaran tarde. Y, por si fuera poco, varios ayuntamientos están reconvirtiendo los viejos cementerios en parques públicos, que digo yo que es una manera de integrar a los que ya no están en la vida cotidiana, especialmente con quienes suelen frecuentar dichos lugares: jubilados, parejas, familias con niños en horario de día, 'calaveras de mal vivir' de noche, y llegando Halloween, niños y niñas que se lo pasan de muerte vestidos de huesos andantes entre telarañas y tétricas calabazas, cuando hay presupuesto municipal para adornar el parque.
¡Un desastre! Lo malo es que, por ley de vida, tarde o temprano, será ese el trato que nosotros, por desgracia, también recibamos, y lo que es más triste, nuestros nietos seguirán sin enterarse: truco o trato que aquí ninguno nos quedamos, lo que no tiene ninguna gracia. Así que, por mí, ni truco, ni trato, y como decían los romanos: que la tierra me sea leve.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.