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Los acontecimientos actuales me han llevado a pedirle una entrevista a Dios, y el buen Padre me la ha concedido. Tan solo tres preguntas. Seré ... seré breve le dije. Su sonrisa me reveló que tenía todo el tiempo del mundo. Así que un poco nervioso, le pregunté: ¿Qué es lo que más le sorprende del comportamiento humano?
Se mesó las barbas y me dijo: «Se aburren de ser niños, desean crecer y luego recuerdan y añoran su infancia. Me llama también la atención que pierden la salud por tener dinero y después gastan su dinero para recuperar la salud. Muchos pasan la vida pensando en el futuro, programando el porvenir y se olvidan de vivir el presente. Otros viven como si no fueran a morirse y al final se mueren sin haber vivido».
«¿Qué debemos aprender entonces?». Mirándome con ternura me contestó: «Te diré cuatro principios básicos: El dinero puede comprar muchas cosas menos la felicidad; no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita; quien tiene un amigo, tiene un tesoro y a perdonar se aprende perdonando».
Por último le dije, «¿qué puede decirme sobre el amor?», y se le iluminaron los ojos, como si fuera su tema preferido: «No podéis hacer que alguien os ame, pero sí podéis dejaros amar; amar y querer no son sinónimos sino antónimos; el querer lo exige todo, el amar lo entrega todo y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos», lo dijo con la rotundidad de quien ha entregado lo más amado, por amor.
A cara descubierta, sin mascaras ni mascarillas seguimos nuestra conversación en silencio.
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