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El Gobierno de España ha decidido indultar a los golpistas catalanes. Ante los hechos apenas si cabe más opción que aceptar la realidad y, ... eso sí, extraer lecciones de cara al futuro. En el proceso que ha llevado al Partido Socialista a dejar sin efecto la sentencia del Tribunal Supremo ha habido unos pocos que han actuado con decisión y coraje -el Gobierno, los independentistas y quienes les han apoyado directamente- y otros, el resto de los españoles, que hemos estado en modo pasivo, casi contemplativo. Tal parece que la decisión adoptada esta semana pasada no iba con nosotros. Esa carencia de acción, de capacidad de enfrentamiento ha permitido que se consagre una ruptura social grave: los habitantes de las regiones más ricas han consagrado su derecho a no compartir con las pobres. Capitalismo salvaje teñido de progresismo para venderlo a quienes aún conservan principios de izquierda.
El proceso ha sido tortuoso, pero al mismo tiempo rectilíneo: el Gobierno de España no se enfrentará a quienes le provocan, por el contrario, asumirá sumisamente sus consignas. Lo que sucede no es una cuestión de la unidad de la patria, ni de banderas, ni viejos principios; es algo mucho más simple: se trata de que quienes han arrancado privilegios al común de los españoles consoliden su posición y avancen hacia su meta que no es, como parece, la ruptura de España ni la independencia de una región. Esos son los señuelos para esconder la realidad: tras obtener multimillonarias inversiones, privilegios fiscales y fondos para alimentar el clientelismo llega la fase final, que no es otra que dejar de compartir su riqueza con el resto de españoles. Para edulcorar el trago se ha rizado el rizo de manera que los ricos se presentan como ofendidos por la 'codicia' de los pobres.
Y todo ocurre con el silencio de los esquilmados. En Cantabria este asunto, de máxima importancia, parece un tema lejano, que compete al Gobierno de España y al Parlamento. Lo cierto es que, tras el paso de los indultos, se abre un nuevo periodo de vacas gordas para los catalanes y quienes siguen su estela, y de más vacas flacas para los cántabros.
Los partidos políticos que no están en la órbita del Gobierno se han limitado a una protesta, casi testimonial, en el parlamento regional. Los socialistas no han tenido el coraje de plantar cara y salir en defensa de los cántabros preteridos por unas medidas que conducen a ahondar la brecha entre las regiones pobres y ricas. De la sociedad civil tan sólo silencio se ha escuchado o, en el mejor de los casos, tímidos balbuceos.
Los dos grandes sindicatos (UGT y CC OO) se han posicionado al lado del Gobierno para indultar a quienes dicen con rotundidad y sin ambages que quieren romper la caja única de la seguridad social y que no desean seguir «subvencionando» a los españoles no catalanes. En Cantabria, los líderes de ambas formaciones sindicales no han opuesto ni siquiera algún reparo al gesto de los líderes nacionales. Verdad es que tampoco se han votado resoluciones sobre este asunto en las diferentes secciones de Cantabria. La democracia interna molesta.
En la CEOE el panorama es similar. El líder de la patronal comenzó con un tibio apoyo a la medida de gracia, poco después rectificó sin convicción y finalmente en Santander, se lavó las manos para intentar quedar al margen. Los empresarios de Cantabria, que serán los primeros perjudicados por ese indulto que permite al Gobierno regional de Cataluña llevarse la parte del león en los fondos europeos, han mantenido un estruendoso silencio.
Los obispos catalanes se olvidaron de que «no hacen política» y se pronunciaron, sin ambages, a favor del indulto. Ignoran que católico significa universal. Naturalmente el obispo y los clérigos de Cantabria se han mantenido en el más escrupuloso silencio. Las ovejas de Cataluña ya tienen sus pastores.
El silencio y la parálisis se ha extendido a la sociedad civil de Cantabria. Ni periodistas, intelectuales, ingenieros, médicos, profesores, etc. han alzado su voz para reclamar sus derechos. Una minoría de españoles avanza en su deseo de imponer sus pretensiones a la mayoría. Y con el paso del tiempo están más cerca de la meta.
Tras cuatro décadas de una política por parte de los diferentes gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, es evidente que la línea de diálogo, cesiones, refuerzo de privilegios, mano tendida... no ha funcionado en absoluto. En la investigación científica se funciona con el método de prueba/error. Cuando un procedimiento se demuestra inútil se debe probar con otro completamente diferente.
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