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Mientras en España estamos viendo la luz al final del túnel, con la epidemia de coronavirus prácticamente controlada, en otros países tienen serios ... problemas sanitarios.
Es el caso de la República Democrática del Congo, que se está enfrentando al mismo tiempo a la pandemia de Covid-19, que ha causado 3.326 contagios y 72 muertes; al peor brote de sarampión del mundo, con 369.520 casos y 6.779 fallecidos; y ahora, además, a dos brotes de ébola en distintas provincias del país.
El sarampión es casi un desconocido en los países desarrollados, donde nos incluimos, gracias a los programas de vacunación. Es una enfermedad que no causa excesivas complicaciones, pero su número básico de reproducción, el ya famoso R0, es tan alto que en una población no inmunizada saturaría rápidamente los servicios sanitarios. Además, en países con altos grados de malnutrición y servicios sanitarios pobres, la tasa de fallecimientos puede llegar hasta el diez por ciento.
La enfermedad causada por el virus del ébola es otro cantar. Es una enfermedad de extrema gravedad; los síntomas comienzan entre los dos días y las tres semanas después de haber contraído el virus, con fiebre, dolor de garganta, dolores musculares, y dolor de cabeza. Por lo general, siguen náuseas, vómitos y diarrea junto con fallo hepático y renal y complicaciones hemorrágicas. La tasa de mortalidad media se sitúa por encima del 80% de los infectados; la extrema letalidad, unida a un número de reproducción no muy alto, calculado entre 1,2 y 1,9, han permitido controlar hasta cierto punto los brotes en zonas localizadas. Eso a pesar de que no existe un tratamiento 100% efectivo, y que la vacuna empieza a estar disponible ahora.
Una de las enseñanzas que deberíamos extraer de la pandemia de Covid-19 es que no podemos mirar a otro lado cuando surgen brotes de enfermedades nuevas en países que no pertenecen a nuestro entorno. Los virus no respetan las fronteras, y si este brote de ébola en la República del Congo fuera una mutación más virulenta, en cuestión de semanas podríamos estar sufriéndolo aquí.
Ha quedado clara la necesidad de un organismo supranacional independiente que además de coordinar las actuaciones ante alertas sanitarias, ayude a desarrollar la investigación médica y las campañas de vacunación globales, aunque solo sea por nuestra propia seguridad.
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