Dicen que, en el Siglo de Oro, a Quevedo le llamaban 'Que-bebo' por su afición a las tabernas. Desde hace siglos, muchos españoles tenemos una filosofía sencilla de la buena vida. Entre otros pequeños placeres, nos gusta consumir unas pocas cervezas antes de cenar ... o un par de vinos mientras comemos. Esa costumbre constituye un relajo de la vida profesional y una manera de socializar con los convecinos. No entendemos que con ello hagamos daño a nadie. Al contrario, nos enorgullecemos de una manera de disfrutar que, además, contribuye al enriquecimiento nacional al fortalecer a nuestras empresas cerveceras y vitivinícolas.
El ministro Marlaska ha anunciado la rebaja de las tasas en la conducción de 0,5 gramos por litro de alcohol en sangre a 0,2. Esta medida ataca la línea de flotación de nuestra forma de vida. Su aplicación contribuirá a hacernos menos libres. A culpabilizarnos por querer seguir siendo como somos.
Los conductores sabemos que la afectación del consumo moderado de alcohol –en los límites actuales– es escasa. Muy inferior a la causada por múltiples circunstancias en que está permitido conducir. Conducir después de haber dormido mal. Hacerlo con sueño. Cambiando el dial de la radio. Fumando. Hablando por teléfono. Discutiendo con el copiloto. Con prisa porque llegamos tarde a una cita. Nerviosos y alterados tras recibir una mala noticia. Usando el navegador.
Tras intenso ejercicio físico. O una comida copiosa. Tras ingerir fármacos.
El cambio anunciado no afectará a todos por igual. Para quienes cuentan con coches oficiales y chóferes propios, la influencia será nula. También en los núcleos urbanos los comensales podrán acudir al metro, cercanías, bus o taxi.
Pero la medida es fatal para ese conjunto de territorios denominado 'España vacía' o, sencillamente, España despoblada.
Los motivos por los que una parte de nuestra España interior se ha despoblado son múltiples. Sin duda, uno de ellos es la dificultad de acceder a los medios que facilitan el bienestar común, singularmente unas infraestructuras que acerquen la sanidad o la educación.
La lejanía de servicios básicos hace que el coche se convierta en instrumento vital. Resulta casi imposible encontrar medios de transporte colectivo, incluso un simple taxi. Es esa España ajena a modernas autovías y autopistas, al AVE, cercanías o aeropuertos, aunque sus impuestos hayan ayudado a financiarlos. Que ha de conformarse con carreteras de doble sentido, habitualmente en condiciones mejorables.
Aquí el coche no es solo libertad, como lo es para todos. Es un órgano corporal más. Tan necesario como el médico de familia o la conexión a internet.
En estas zonas, apenas quedan mesones o tabernas. Si acaso un bar en un pueblo y otro en otro. Cumplir con lo que llamamos 'alternar' supone tomar un corto de cerveza o un chato de vino en cada pueblo.
Si tenemos que cenar con agua, nos quedaremos en casa…, al menos podremos cenar con vino. La consecuencia para restaurantes de carretera y mesones de pueblo será sencilla: el cierre. Para quienes los frecuentamos, comprobar la desolación aún mayor de estos territorios.
La España despoblada recibe un nuevo golpe que se une a otros (reducción de la velocidad máxima en carreteras convencionales de 100 a 90 km/hora o prohibición de aumentar en veinte kilómetros la velocidad en adelantamientos) que inciden en los habitantes de los territorios rurales, que suponen nuevos clavos en el zapato de los más desfavorecidos. Y contradicen esa supuesta preocupación de los políticos por mejorar las condiciones de vida para atraer nuevos habitantes y que no emigren los pocos que quedan.
No trato de frivolizar con los accidentes de tráfico ni ignoro la pérdida de vidas humanas en las carreteras. Es más, acepto que pueda equivocarme. Pero no se trata de cazar moscas a cañonazos.
El mínimo estándar exigible sería mostrar cuántos accidentes son causados por conductores que presentan una tasa de alcohol entre la nueva y la hasta ahora vigente para convencernos de que no estamos ante un gratuito ataque contra nuestra libertad de gustos y movimientos con pretensiones recaudatorias sino que tiene un fundamento racional.
Señor Marlaska, piénselo. Dése un paseo por la España despoblada. Quizá le apetezca quedarse una temporada. Probablemente sería bueno para usted. Y también para nosotros.
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