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Ya han pasado unos días desde el fatídico miércoles 28 de octubre en el que la consejera de Educación del Gobierno de Cantabria, Marina Lombó, comunicó a todas las organizaciones sindicales que se iba a suspender la semana no lectiva del 2 al 6 de ... noviembre, aludiendo a causas sanitarias. Un hecho insólito y nunca antes visto en nuestra autonomía, que se plasmó con una orden gubernamental el 30 de octubre como todo el mundo sabe. Después de haber sufrido muchas negociaciones con ella, todos en la comunidad educativa saben que Lombó no deja nada al azar aunque esta vez ha tenido un flagrante error de cálculo.
Seguramente creyó que los docentes, acostumbrados a tirar de generosidad y profesionalidad, entenderían bien esta medida si se apelaba a la crisis sanitaria; imaginó también que las familias verían perfecta la medida para favorecer su conciliación laboral y familiar y que la sociedad podría incluso acusar a los docentes de privilegiados (y lo somos, pero por ganarnos la vida con un trabajo apasionante) o poco empáticos.
Pero la consejera de Educación no calculó esta vez que los docentes llevan aún el peso de la situación de marzo, cuando en 24 horas tuvieron que ponerse al día en plataformas digitales, costear sus propios medios informáticos y su conectividad, aumentar descaradamente su jornada laboral y, sí, aguantando estoicos la situación por la dimensión de la situación sanitaria. Se aguantó porque los alumnos debían seguir su proceso de enseñanza-aprendizaje, porque los docentes no dejan a nadie atrás y sus alumnos eran el eslabón más sensible de la sociedad. Y todo ello, a pesar de que se suspendieron las sustituciones durante varias semanas, que se mandó a los docentes rehacer mil veces las programaciones, se les instó a dar «aprobados generales», pasándose por el arco del triunfo nuestra libertad de cátedra y nuestro criterio evaluador.
Se aguantó a pesar de que echaste al paro a los compañeros que realizaban apoyos de FP, a pesar de haber propuesto una vuelta a las aulas prematura y sin sentido el 25 de mayo, a pesar de que la consejera ha tenido a los equipos directivos volcados trabajando en agosto, sin vacaciones y totalmente abandonados sin ningún asesoramiento, más que un «sucinto índice» para elaborar los planes de contingencia. La consejera de Educación erró en el cálculo igualmente porque mintió, la pillaron y siguió sin rectificar, lo cual hubiera reparado, en parte, su maltrecha credibilidad.
Esta vez, las familias tenían planificada su conciliación familiar (habían pedido vacaciones en sus trabajos para estar con sus hijos); esta vez las empresas de ocio tenían preparados campus infantiles y juveniles con todas las medidas de seguridad, y a todos ellos se les ha hecho un daño irreparable. Esta vez la sociedad entiende también que no se pueden cambiar las reglas de juego al antojo de nadie, sin tiempo para reaccionar, porque esto podría ser extensible a cualquier otra decisión política (y no sanitaria) y se han sentido identificados en la vulnerabilidad de derechos. Y, esta vez, la consejera pincha en hueso con los docentes y los equipos directivos, que ya no le pasan ni una porque se han sentido maltratados: con ratios idénticas a otros años, con una contratación insuficiente de personal sin que se den alternativas al incumplimiento del 1,5 metros de seguridad en muchas aulas, sin adaptación del puesto para el personal sensible, con una insuficiencia de horas para los coordinadores covid y tutores, sin coberturas diarias para todos los cuerpos y especialidades...
Ahora, Marina Lombó no ha calculado que esto ya es una «cuestión de dignidad». Sin embargo, no por ello ha dejado de dar una vuelta de tuerca más al conflicto y tener la osadía de pedir ahora a las organizaciones sindicales que hagamos aportaciones para los escenarios dos y tres frente a la pandemia. Manda narices. UGT y el resto de organizaciones sindicales enviamos las aportaciones para abordar el inicio de curso en mayo, repito, en el mes de mayo, y nuestro sindicato lleva meses pidiéndola que regule los escenarios dos y tres, así como el teletrabajo. Y ahora nos preguntamos, ¿no lo tenía regulado ya la consejera de Educación?, ¿con qué criterios entonces se mandaban concretar esos escenarios en los planes de contingencia? ¿Sobre la nada? Tenía la segunda ola encima y, ¿no la vio? ¿Es ésta toda la capacidad previsora que se espera de un dirigente? ¿Cómo podemos confiar en el capitán del barco si no está viendo el iceberg y ya está encima? Haznos a todos un favor y vete.
El Tribunal Superior de Justicia de Cantabria suspendió cautelarmente la resolución de la Consejería de Educación en la cual se modificaba el calendario y se eliminaba la semana no lectiva por no haber sabido argumentar adecuadamente las medidas sanitarias que lo sustentaban. A pocas horas de comenzar la jornada escolar se volvía a sembrar el caos en la sociedad. Es evidente que el mandato de Marina Lombó toca a su fin y el daño que se ha hecho a la educación en Cantabria es irreparable.
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