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La dimisión de la consejera de Economía ha vuelto a poner de relieve la magnitud del caos político que impera en la coalición PRC-PSOE y el nivel de fracaso que acumula en todos sus proyectos, para desgracia de Cantabria.
Este departamento había registrado ya ... la deserción de señalados altos cargos y asomos de prácticas más que dudosas en las contrataciones de personal, pero, sobre todo, la incapacidad de ser útil en un periodo de extraordinaria necesidad y oportunidad de fondos europeos.
La lista de fracasos es infinita y, desde luego, nadie se cree que su renuncia tenga algo que ver con que un socialista quiera bajar los impuestos y no le dejen, sobre todo porque lo que había planteado María Sánchez era una medida más bien cosmética, de escasísimo impacto para los ciudadanos y mucho menos para las arcas públicas.
Hace menos de un mes, dimitió el consejero de Sanidad tras un mandato en el que nuestra sanidad pública ha sufrido un deterioro sin precedentes. Sanidad tiene el récord de idas y venidas de altos cargos, señal evidentísima de mala gestión y desorden. Y al parecer, al presidente la competencia más importante que tiene la autonomía, la salud de los ciudadanos, no le importa lo más mínimo.
Lo cierto es que las crisis de Gobierno, y ya van tres en esta legislatura, se corresponden con los mayores fracasos de gestión: la política industrial, la sanitaria y la económica.
El secretario general del PSOE dedicó su última Ejecutiva a retarme a posicionarme sobre el pacto de Gobierno en Castilla León, como si no lo hubiera hecho ya públicamente. Quizá le parezca un asunto menor que mientras pierden el tiempo con sus disputas, dimisiones y remodelaciones, los cántabros siguen esperando una respuesta a la altura del desafío que están afrontando que nunca llega. O quizá lo que verdaderamente le preocupa es desviar la atención sobre el grave daño que sus políticas de izquierdas está causando a Cantabria, por supuesto con el beneplácito del PRC, que en 2019 decidió abrazarse de nuevo al PSOE.
El escenario que vive nuestra comunidad retrata a un Gobierno sin brújula que lleva a Cantabria a la deriva, con una política económica que no funciona, nos separa de España en creación de empleo y crecimiento económico, y no sirve para socorrer a familias y empresas.
Mientras los cántabros no pueden llenar la cesta de la compra y el depósito de la gasolina o pagar el recibo de la luz, el Gobierno cierra un ejercicio tras otro con dinero público en la hucha -70 millones de superávit en 2020 y 128 en 2021- o tiene que devolver 25 millones en ayudas a pymes y autónomos porque es incapaz de tramitarlas. Eso es lo que ocurre cuando quien tiene que gobernar, no gobierna porque está entretenido con otras cosas.
Ya es hora de que nuestros gobernantes se dediquen a lo urgente, a dar una respuesta al principal problema que tienen los cántabros y adopte alguna medida propia y efectiva para contrarrestar los efectos de una inflación desbocada, a la cabeza de España.
Para nosotros, el camino más corto es bajar los impuestos. Seguiremos haciendo fuerza desde Cantabria para que Pedro Sánchez acepte la propuesta del presidente Feijoo para rebajar el IRPF, el IVA en la factura de la luz y los carburantes y el impuesto sobre los hidrocarburos. Y seguiremos defendiendo una bajada del tramo autonómico del IRPF para dar oxígeno a empresas, trabajadores y familias aunque nos digan una y cien veces que no.
En 2019, los regionalistas eligieron coaligarse con el PSOE en base a unos compromisos que ni se han cumplido y ni se van a cumplir, puesto que Sánchez sabe que Revilla mira por el bien de su partido y no va romper jamás la coalición.
De ahí que a Cantabria solo lleguen actos de propaganda y cuentos de hadas como el de hace unos días con el tren a Bilbao, una tomadura de pelo con efecto bumerán, pues lo único que han conseguido es irritar a una población cuya inteligencia no respetan.
Asistimos, pues, a un desastre como pocos en nuestros 40 años de autonomía. Después de 7 años de coalición, que en realidad son 15 años si añadimos el ciclo 2003-2011, está clarísimo que esta formula ni funcionan ni funcionará jamás porque no da ningún resultado para Cantabria.
La consecuencia del error de alianzas en 2019 está siendo una legislatura de crisis interminables y pérdida de oportunidades, pero los que lo cometieron no solo no quieren enmendarlo, sino que intentan burdamente que los ciudadanos comulguen con ruedas de molino y acepten la situación.
Cantabria quiere y necesita otra cosa. Quiere y puede ser parte fundamental de la recuperación nacional y no más resignación. Cantabria necesita y pide un cambio con urgencia.
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